Antes de hacer su entrada en la política
oficial, Willy Brandt -en un país donde tantos colaboraron con la
dictadura nazi- era portador de un pasado limpio. Su nombre pertenecía
al pasaporte falso que le sirvió para obtener asilo en Noruega, después
en Suecia.
Su verdadero nombre era Herbert Karl
Frahm. Después de la derrota de Alemania decidió adoptar como nombre
oficial su pseudónimo, el que al ser político era para él más auténtico
que su propio nombre.
No fue Brandt un héroe. Tampoco un
cuadro disciplinado. Su juvenil biografía carece de orden. En sus
inicios actuó como miembro de fracciones izquierdistas y en 1931 fue
expulsado del SPD para después pasar a formar parte de una organización
semi anarquista (SAP).
En fin, inició su biografía como un
rebelde, virtud y no defecto en políticos jóvenes. Quizás fueron esos
inicios las razones por las cuales, durante los años sesenta, Brandt
mantuvo una actitud comprensiva frente a los movimientos estudiantiles.
Más aún, muchas de sus demandas las integró en su candidatura de 1966.
Brandt sabía leer en las líneas de su
tiempo. Eso no significaba renegar de sus vocaciones sociales.
Significaba solo encauzarlas, sin lastimar el orden democrático. Brandt
nunca estuvo dispuesto a sacrificar las luchas por las libertades en
nombre de luchas por las necesidades.
Gracias a la figura de Willy Brandt
diferentes corrientes de pensamiento comenzaron a fluir hacia la SPD.
Nunca la Socialdemocracia fue más social y más democrática que durante
los tiempos de Brandt. Como Alcalde en Berlín (1957), como Ministro del
Exterior en la Gran Coalición (1966) como Canciller (1969), fue él el
hombre de la unidad.
Donde mejor se muestra la línea seguida
por Willy Brandt fue en su política internacional. Esa línea estuvo
presente al menos en seis puntos: 1. Mantenimiento de un diálogo
pragmático con la RDA, la URSS y el mundo comunista en general.
2. Fidelidad absoluta a las resoluciones de la OTAN.
3. Apoyo a los disidentes de la órbita soviética.
4. Apoyo a los movimientos democráticos del Sur de Europa (España, Portugal y Grecia).
5. Solidaridad con los movimientos de liberación, así como un repudio absoluto a todas las dictaduras del orbe.
6. Jamás perder de vista la perspectiva estratégica que alguna vez debería conducir a la unidad de las dos Alemanias.
Seis puntos difíciles de conciliar. Seis
puntos que le hicieron ganar enemigos. Seis puntos que no podían ser
mantenidos al mismo nivel al mismo tiempo. Pero, a la vez, seis puntos
que hicieron ganar a Alemania Occidental una indiscutida presencia
internacional.
La amistad política que practicó Brandt
con sus interlocutores pudo llegar a ser personal cuando los fines eran
los mismos. Eso no solo lo supo su mejor amigo, Egon Bahr, también
Felipe González, el líder socialista español.
Lo que debe el PSOE a Brandt no es poco.
Dudo que un político se haya comprometido tanto con otro país como lo
hizo Brandt con respecto a España. Muy explicable: Cuando joven Brandt
había sufrido con el trágico destino del fin de la República española.
Como político experimentado hizo todo lo posible para que la República
volviese a ser de nuevo realidad. Y lo fue.
Así como ocurrió con la república
española, ocurrió con el Muro de Berlín. En 1989, mientras el muro era
demolido por las multitudes, pronunció Brandt una de sus frases
legendarias: "Lo que pertenece a sí mismo, debe crecer unido". Esa frase
contenía el objetivo final de toda una estrategia política.
No fue la única vez que Brandt pronunció
una frase histórica. Decirlas era su especialidad. Brandt entendía la
política como lucha de ideas y sus frases cumplían la función de marcar
el camino recorrido. De ahí la importancia que concedía a los signos.
Como cuando por ejemplo se arrodilló frente al monumento a las víctimas del levantamiento del Ghetto de Varsovia (1970).
La razón dada por Brandt a su
arrodillamiento no pudo ser más sencilla. "Sentí que poner una corona de
flores no bastaba. Había que hacer algo". El canciller mostró así que
hay momentos en que las palabras y los rituales no bastan para expresar
el dolor y el arrepentimiento.
Hoy lo entendemos más que antes. Brandt
se arrodilló frente a las víctimas del nazismo, pero también mostró que
el poder de la tierra no termina en sí. Que más allá del poder del mundo
hay otro poder al que debemos humildad. Un poder frente al cual todos
los poderes deberían inclinarse. Nunca fue más grande un estadista como
cuando Willy Brandt se arrodilló frente al verdadero poder.
Pero Willy Brandt era un político y por
lo mismo gustaba del poder. La diferencia es que Brandt sabía que no hay
nada más efímero que el poder político. ¿Fue esa la razón por la cual,
cuando se desató el vendaval originado por el caso Guillaume (secretario
de Brandt, descubierto como espía de la Alemania comunista) Brandt
decidió renunciar?
Las verdaderas razones de la renuncia de
Brandt (1974) fueron conocidas tiempo después. Ellas venían desde antes
del caso Guillaume. Brandt renunció porque no se sentía apoyado en su
propio partido. Sencillamente no era capaz de resistir las
conspiraciones dirigidas por Herbert Wehner. Según la mayoría de los
opinadores, el gran defecto de Willy Brandt era su extrema sensibilidad.
Brandt no tenía la "piel dura". No las
críticas, las intrigas acrecentaban sus tendencias depresivas que lo
llevaron incluso a hundirse en el alcohol. Quienes le conocieron señalan
que tampoco soportaba las ofensas. Le gustaba el poder y lo perseguía,
no cabe duda. Pero no a cualquier precio. Eso lo hacía diferente a sus
colegas.
¿O quizás sabía Brandt que el verdadero
poder no solo reside en su instrumentalidad? Puede que hubiera entendido
que alejado del gobierno podía tener incluso más poder, como
efectivamente lo tuvo. No por cierto el poder de mandar, sino otro poder
inspirado en el reconocimiento, en la inteligencia y en la razón.
Tomado de: -http://www.talcualdigital.com/nota/visor.aspx?id=95551&tipo=AVA
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