viernes, 19 de diciembre de 2014

Henry Ramos Allup: La perlamarada



Está fuera de toda duda que desde que el chavismo llegó al poder, hizo añicos el sacrosanto principio de separación de poderes instituido en el derecho de la civilización occidental y en nuestra Constitución, y que todos los órganos que forman el poder público están al servicio subordinado del Ejecutivo, es decir, del Presidente de la República. No sólo es el escenario tragicómico de la AN, remedo de parlamento donde no se debate ni se legisla ni se controla, sino, peor, en el poder judicial, que en cualquier democracia es el poder equilibrante por ser el competente para corregir a las otras funciones  cuando se salen de cauce o incumplen por acción u omisión sus deberes constitucionales.
En las democracias auténticas, el garante de la constitucionalidad y la legalidad es el poder judicial, el único que no está bajo control ni supervisión de ningún otro poder. Este es el deber ser que aquí no es. Recuerdo desde el aula universitaria la admonición del Talmud: “¡Ay de los pueblos cuyos jueces merezcan ser enjuiciados!”
Leo un informe de un grupo de abogados que después de investigar 45.474 sentencias, afirman que en instancias y en el TSJ el gobierno no ha perdido ningún juicio importante, lo mismo que dije en Miraflores en el diálogo del 10 de abril: que desde que el chavismo llegó al poder gana todos los juicios sea demandante o demandado.
Este ventajismo en estrados tiene su metódica: cada vez que el gobierno amenaza, se produce el eco judicial y se designan fiscales todoterreno para dirigir imputaciones a conveniencia del régimen, lo cual anuncia las subsiguientes medidas y sentencias de los tribunales. A determinados fiscales de mucha confianza, asignan expedientes cuyo denominador es que todos los investigados son opositores al gobierno. Una misma fiscal, Katherina Harrington, maneja los casos de María Corina Machado, Diego Arria, Gustavo Tarre, una cuñada de Rocío San Miguel, María Lourdes Afiuni, Salas Römer y el empresario Parsifal De Sola, a quien le ocuparon el Hotel Perlamar en Margarita, acusándolo de legitimador de capitales y financista del terrorismo y la subversión. Si estuviese financiando los hechos ilícitos que le imputan, el dinero estaría en instrumentos propios de esas actividades y no sembrados en las enormes instalaciones del Hotel Perlamar.
A De Sola, que se confiesa adversario de este gobierno, lo conozco hace años y toda su vida ha sido opositor a todos los gobiernos de este país. ¿Y por qué? Pues porque tiene el mismo derecho constitucional que tenemos todos de ser partidarios o adversarios de lo que nos plazca sin pedir permiso ni dar explicaciones a nadie. De Sola se ha desgañitado comprobando el origen legítimo del dinero invertido en Perlamar, producto de créditos recibidos de un banco que opera legalmente en nuestro país y garantizados con hipotecas y avales de los socios. Lo que no logro explicarme es cómo un empresario tan avispado y perspicaz como él, haya tenido los riñones de invertir ese dineral en un país mundialmente afamado como de altísima peligrosidad para los turistas, y, de ñapa, que haya ignorado que para este gobierno resulta más tolerable el que ordeña aquí y se bebe la leche en el exterior, que el bolsa que bajo riesgo de que se le empiche la deja aquí para generar riqueza, progreso, desarrollo y empleo, eventos que convierten a cualquiera en sospechoso y enemigo sentenciado del régimen.

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