La realidad nos sorprende. Cuando escribimos estas
líneas semanales vivimos la noticia que embarga de luto a otro hogar
venezolano. Cualquiera que sea “el caído”, la muerte violenta de cualquier
compatriota es motivo de reflexión profunda. Miles de venezolanos son
“ultimados” por grupos armados, sin valorar a la persona humana en su sentido
más recóndito. La vida humana, inclusive la del “no nacido”, merece especial
atención por los particulares y, sin lugar a dudas, por el Estado.
Vivimos en una situación de alarma y preocupación
constante pues, ni los hogares venezolanos, ni la vía pública constituyen
lugares seguros para la estadía ni para el tránsito ciudadano.