En un
principio solapadamente, bajo forma de propaganda clandestina de sus agentes
dentro de Venezuela, y luego franca y oficialmente, por boca de sus Ministros
en el Interior y de la diplomacia en el Exterior, la dictadura de Gómez ha
ensayado, torcer la intención y el sentido de nuestra cruzada universitaria.
Pedro Manuel Arcaya, Ministro de Relaciones Interiores y uno de los borlados a
sueldo de Maracay, fue quien de primero se hizo altoparlante de lo que
pudiéramos llamar, dándole caracteres de doctrina a esa dialéctica de hombres
sin decoro ni honradez mental, la "calumnia comunista". En la nota
circular pasada por el referido Ministro a los Presidentes de los Estados de la
Unión, participándoles la debelación del movimiento militar-estudiantil de la
madrugada del 7 de abril, lo calificaba de "funesto brote comunista".
Alrededor de esta afirmación tendenciosa hilvanaron Vallenilla Lanz y sus acólitos
menores, entre ellos y con más triste entusiasmo que ninguno el tránsfuga
Aveledo Urbaneja, una literatura detestable y malintencionada, donde el
"terror rojo", las "amenazas a la sagrada institución de la
familia", el "desquiciamiento del Estado", los "horrores soviéticos"
y otras monsergadas por el estilo se prodigaban con escaso talento y con
excesivo cinismo. A la afirmación de un togado que ha hecho de la mendicidad
profesión, -para plagiar una frase del viejo Unamuno-, y al coro de la prensa
asalariada de Caracas, puesta a compás por el Director de "El Nuevo
Diario", se le dio luego consagración jurídica cuando en la Constitución
reformada de 1928 [2] se incluyó este párrafo restrictivo al artículo 6, que
trata de la libertad de pensamiento: "Queda también prohibida la
propaganda del comunismo"; y matiz de cuestión internacional, cuando el
Dr. Itriago Chacín, Jefe de la cancillería venezolana, hizo llegar a todos los
Ministerios de Negocios y a los cónsules de la dictadura la noticia alarmante
de haber aparecido en Venezuela el primer brote de la revolución social. Los
diplomáticos de Gómez saben y pueden explotar ruidosamente esas mentiras
oficiales. Para eso les da margen ancho el sistema de administración económica
de la República, el cual es elementalísimo y eficaz: exacción del pueblo, hasta
hacerlo sangrar, para que con la última gota de sangre contribuya con el último
"bolívar", y acaparamiento agiotístico, implacable, por parte de esos
"genios" de la Finanza y de la Hacienda de toda la sangre y de todos los
"bolívares" de los venezolanos. De esta amalgama de plata y de sangre
queda anualmente, una vez ahitada la sanguijuela oficial y pagado el irrisorio
presupuesto público, un remanente cuantioso; y éste se dedica, muy
especialmente, a propagar por tierras extranjeras las excelencias del
gomecismo. De aquí que cada cónsul de la dictadura tenga siempre a mano un
cheque oportuno para comprar plumas mercenarias. Y estas plumas, en esta
ocasión, se prestaron descaradamente a darle eco y amplitud, desde las columnas
de la prensa mundial, a la "calumnia comunista". Por todas partes y
en el tono único de quienes siguen un esquema "standard", se oyó un
clamor de voces anónimas, de voces que nada significan para la cultura y para
el decoro, entonando una mandolinata de reprobación contra los "violentos
hijos de Lenine, discípulos de la Rusia soviética, que amenazan la sociedad
venezolana y la tranquilidad de América", como dijera una de ellas.
Repetimos que, individualmente, ninguno de esos señores vale ni significa nada,
ética ni intelectualmente, para la cultura y para la decencia. [3] Sin embargo,
a mas de la molestia causada por ese croar monótono y persistente, es de
temerse, dado lo sistemático de la campaña, que logre enturbiar la pupila de
aquellos de quienes esperamos comprensión y solidaridad los universitarios de
Venezuela. Por eso, salimos hoy del silencio señor donde nos habíamos situado
para desmentir, sin afirmaciones a priori y sí con datos irrefutables, el
carácter comunista dado por la dictadura a nuestra cruzada; y también, para
definir el sentido y la orientación del gesto, los ideales por los cuales
luchamos y las aspiraciones a conciencia sustentadas por el grupo.
Y de una vez también queremos hacer constar que si negamos el carácter
comunista dado a nuestro movimiento por individuos extraños al grupo es por
deber de sinceridad, por respeto a la exactitud; yeso, sin aventurarnos a
criticar el comunismo como doctrina y sin hacer disquisiciones sobre la
viabilidad o no de su implantación en nuestro medio social. Vamos a hacer
trizas la etiqueta con que arbitrariamente nos catalogó Arcaya, para dejar
diafanizada la orientación de un movimiento que ha sido única y exclusivamente
antidictatorial.
EN
VENEZUELA NO HA PENETRADO LA PROPAGANDA COMUNISTA
(a) No ha
penetrado en las masas. Para hacer arraigar en la conciencia de un grupo social una nueva
concepción política, o ética, o estética, se requiere inevitablemente del
apostolado fervoroso, sustentado en el periódico, en la tribuna y en el libro.
Ahora bien, preguntaríamos nosotros a esos "alarmistas" vocingleros:
es concebible la existencia de semejante apostolado en un pueblo donde el
periódico, la tribuna y el libro son otros tantos instrumentos de la farsa
oficial? Cómo hacer de la prensa vehículo para la propagación de ideas nuevas
cuando esa prensa apenas tiene espacio en sus columnas para dar cabida a la
literatura prostituida y genuflexa de los estilizadores de la adulación, a la
inserción de decretos que no se cumplen, al "bluff", de las aclamaciones
y, en síntesis, a ese desborde de tinta de imprenta donde se ha intentado
ahogar el clamor desesperado de un pueblo? Esta afirmación nuestra es
fácilmente verificable. Basta con hojear cualesquiera de las ediciones de
"El Universal" y "El Nuevo Diario", o de alguno de los
otros periodicuchos coristas publicados en la República para saber como toda
esa prensa, directa o indirectamente, cobra subvenciones de Maracay. Las pocas
veces que un periodista ha asumido a conciencia su cometido social ha logrado solo,
para su periódico, la clausuración ejecutada policialmente; y para él, la
cárcel, la muerte, las torturas, el destierro. Ahí lo están diciendo, con la
irrecusable verdad del hecho cumplido, "El Pregonero",
"Dharma", "El Gramófono", "El Nivel"; y Arévalo
González, Domínuez Acosta, Flores Cabrera, los López Bustamante y Valmore
Rodríguez.
La
tribuna? En Venezuela solo tiene acceso al estrado de la palabra el sacerdote,
en la cátedra sagrada y el orador parlamentario (!), en el Congreso,
subrepticialmente (sic) el primero, groseramente el segundo, ambos son
palenques desde donde se predican las "excelencias" del régimen. En
nuestro pueblo, como en todos los otros sometidos a prueba por el destino en el
curso de su devenir histórico, se ha realizado la unión tácita de los opresores
con los sostenedores del culto religioso. Aliado de Rincón González, Arzobispo
de Caracas, quien celebra misas en los santuarios privados de las concubinas de
Gómez; y de Carlos Borges, goliardo borrachín y mujeriego, quien obliga a Él a
recorrer de nuevo la ruta dolorosa, fraternizando, a través de citas bíblicas,
con el sargentón despiadado; y de Aranaga, clérigo español usurero como un
judío, dedicado a la entronización en hogares serviles del retrato de
"Jefe", entre sahumerios de incienso y latines gangosos, medra,
especula y prospera la clerigalla adaptada, celebrando misas solemnes en los
aniversarios del día de la Paz [4], indiferente como ninguna otra colectividad
al clamor de la desesperación ambiente, que toca premiosa a la puerta de sus
comilonas pantagruélicas. La tribuna parlamentaria? Qué cosa tan grotesca y tan
trágica ha sido nuestra vida parlamentaria durantes estos últimos veinticinco
años de vida nacional. La elección de senadores y diputados de la República ni siquiera
se simula; no hay ni la simple farsa donde el voto se controle oficialmente en
las urnas: el "Jefe", anualmente, escoge del pasivo rebaño de sus
incondicionales a unos cuantos profesionales del cinismo quienes, por subida
soldada, se reúnen durante 90 días en el Palacio Federal. A deliberar, a
discutir, a plantear reformas, a mejorar instituciones, a ser índices de las
necesidades y de las aspiraciones colectivas? No! Simplemente a aprobar, a
aprobar todo, todo, todo. Aprueban alzando la mano derecha; y son tan unánimes,
tan uniformes, tan disciplinados en este movimiento, que un camarada nuestro ha
podido comparar a un día de nuestra farsa congresal con una sesión de gimnasia
sueca ... Como es de suponerse, y como desgraciadamente es, estos señores hacen
un uso muy limitado, decididamente homeopático, de ese fundamental
"derecho de palabra" otorgado por todos los estatutos políticos del
mundo civilizado a los representantes del pueblo; si apenas dejan oír su voz es
cuando pide uno de ellos al Soberano Cuerpo (sic), atendiendo a una orden
telegráfica expedida de Maracay, la aprobación de un nuevo voto de confianza
para el "Jefe".
El libro?
En Venezuela, abstracción hecha de las voluminosas recopilaciones oficiales
destinadas a la exportación y de los tratados seudo científicos de una media
docena de sofistas malparidos por Maquiavelo, se publican muy escasos libros.
El aumento de la bibliografía nacional durante estos últimos años es irrisorio.
Mientras se hacen tiradas inverosímiles del "Libro Amarillo",
mientras Vallenilla Lanz pone a circular en cada trimestre una nueva edición de
su "Cesarismo democrático", mientras poetastros de alcabala y
prosistas de segunda mano dan pasto a la crítica más despiadada y justiciera
publicando librejos en cuya primera página campea la silueta burda del montañez
(sic), la Venezuela intelectual decente se aisla en el reducto orgulloso de su
silencio. Esperando una hora propicia para salir a la luz del día, hora en que
ya no amenaza a la obra cultural la suspicacia de los irreconciliables enemigos
de la idea, duermen su sueño de anonimia en el fondo de las gavetas las obras
donde han condensado muchas mentalidades vigorosas e incontaminadas de ambiente
su labor y su esfuerzo.
Creemos
que estos datos sean suficientes para orientar en el conocimiento de la
cuestión planteada a cualquier criterio sereno. Obstruidas por una rígida
censura las únicas vías posibles de renovación de la conciencia social ésta
permanece adscrita a sus viejas creencias, devota de dogmas seculares,
arremansada en una quietud y en una inmovilidad que son atraso, estancamiento,
muerte.
(b) La
propaganda comunista no ha penetrado en la Universidad. Es cosa de Perogrullo, -o cosa
de Arcaya, igual da- que siendo los estudiantes dirigentes de un movimiento
comunista estén ellos mismos bien saturados de esa doctrina. Sin embargo, a
pesar de Perogrullo y a pesar de Arcaya, los "rojos" de Caracas
sabernos relativamente poco de Lenine... Aun estando redimidos de timideces,
aun sintiendo dentro del pecho, como los que más entre los muchachos de
América, un intenso rebullir de sangre nueva, los universitarios de Venezuela
no nos hemos inquietado, con esa inquietud tiránica del apóstol, por las nuevas
doctrinas sociales. Y hacemos esta afirmación a plena conciencia de que nos
atrahillará más de un comentario piadoso, si no despectivo, de nuestros
compañeros de generación en todas las latitudes cultas. Nos calificarán de
conservadores timoratos, de pasivos burgueses, de tránsfugas al ritmo de
nuestro tiempo. Tal vez seamos todo eso. Sin embargo, nos atrevemos a echar
como contrapeso en el platillo de la balanza la actuación revolucionaria del
grupo, con su cortejo de muertes, suplicios, cárceles y destierros, seguros del
resultado para el balance final. Entre los universitarios, solamente los
cursantes de Ciencias Políticas y Sociales tienen conocimiento, y muy relativo,
del comunismo; lo estudian dentro del cuadro disciplinario de algunas materias
-Sociología, Economía, Derecho Político-, y solo como doctrina, desde el punto
de vista meramente docente. Algunos no se encuentran dentro de esa limitación
de conocimientos y por propia cuenta se leen a Marx, a dos o tres de sus
exégetas, al "Ideario" y a algún libro de Trostki. Y a eso se reduce
el arsenal intelectual del más erudito "bolsevique" de la Universidad
Central! Cual será la causa de esa aparente incapacidad nuestra para marchar
aliado de las juventudes de izquierda, cuya ideología predomina en muchos de
los grupos universitarios del continente? Única y exclusivamente las
modalidades propias, diferenciadas, opuestas si se quiere a las del tipo
clásico del estudiante, impuestas por las dos últimas tiranías al carácter del
universitario venezolano. No es el muchacho de Oxford, o de Montevideo o de
París, risueño y atrabiliario. Para buscarle parecido hay que irse por las
páginas de los rusos atormentados. Tal vez Sacha Yegulev sea el patrón de su
tipo. Desde el momento mismo en que el libro empieza a clarificarle la pupila
siente como se le va por ella, alma adentro, el tremendo dolor de su pueblo en
cruz. Los 20 años joviales se le matizan de una melancolía reflexiva,
prematura. Inconforme con el ambiente donde actúa, ambiente cuyo tono lo dan el
despotismo de los que mandan y la servelitud (sic) de los mandados, se rebela
contra él. Incapacitado por la suspicacia de la dictadura para intentar una
transformación paulatina del medio, mejorando, mediante propagandas culturales,
ciertos factores de ambiente, no le queda sino una sola vía expedita: la
conspiración, el cuartelazo, la asonada; y por ella se ha lanzado siempre,
denodadamente, con el corazón en alturas. No ha habido complot ni intento
libertario que no contara en sus filas a los líderes del estudiantado; mas, ha
surgido siempre, como brote esperable de un medio corrompido, el hombre de la
traición, repitiendo el caso de los treinta denarios. Y el estudiante ingenuo y
rebelde queda tendido a la puerta del cuartel asaltado, con el pecho hecho
flecos; o sufre en las ergástulas de la dictadura el horror de las torturas,
del hambre, de los grillos; o arrastra en el destierro el dolor de una vida
malograda para la ciencia y para la patria. Ahora nos cabe preguntar; quién así
se hace tan pronto acto de presencia en el tumulto de la protesta, le sobrará
tiempo para dedicarlo a la tarea de darse de una cultura extensa? Quién a los
20 años ya ha colaborado resueltamente en la obra de solucionar el problema
político de su patria, le sobrará siquiera minutos que dedicarle al estudio de
las cuestiones sociales? Imposible. De aquí, que el horario del universitario
venezolano, durante este último cuarto de siglo de vida nacional, se haya
repartido de una manera rudimentaria, -bárbara, objetará por ahí algún
teorizante de la cultura-, estudiar a prisa su texto de ciencia y tramar
combinaciones y planes revolucionarios, las más de las veces abortados merced a
la cuantiosa paga con que Gómez valora la venta de una clave o de un secreto.
Encuadrada
así la cuestión polémica, intentaremos ahora un esfuerzo afirmativo.
Intentaremos definirnos como grupo. Decir quiénes somos y a dónde vamos. Cuáles
ideales nos orientan y qué propósitos alentamos para el mañana de la patria. En
síntesis: trazar el esquema de nuestra ideología.
Luchamos
por una democracia decente, distinta de esta democracia a ultranza de hoy,
donde actúa como elemento dirigente el individuo más "guapo", el más
hábil en el manejo de la macana, y no el más capacitado ética e
intelectualmente para esa función; luchamos porque nuestra política interior de
peculado y monopolio sea substituida por otra de honradez y libre concurrencia;
y porque nuestra actuación de pueblo dentro de la comunidad internacional se
despoje de esas babosidades indecorosas para con la primera gentualla elevada a
gobierno en cualquier país del mundo; luchamos porque elementos civiles
sustituyan en el manejo de la cosa pública a los sargentones analfabetos que
han venido monopolizando la política y la administración; luchamos porque
hombres nuevos, sin cuentas insolventes con la justicia histórica, asuman papel
dirigente; luchamos, en síntesis, por la conquista de un estado social
equilibrado y armónico, propicio al libre desenvolvimiento de las aspiraciones
colectivas.
Tal es el
esquema de nuestra ideología; y ese "nuestro" na debe tomarse en el
sentido restrictivo de opinión personal, sino en el sentido amplio, social, del
modo de pensar unánime de toda Venezuela joven, de la Venezuela que en estos
mismos momentos está en la cárcel, amarrada a una galera de forzados, con un
grillete al pie, o viviendo ilusionada y combativa las luchas del destierro.
Este esquema puede hallar su expresión gráfica en la inflexibilidad de una
línea recta. Sin transacciones, sin titubeos, salvando la vereda por saberla
amparadora de cobardías, hemos luchado por esos ideales y con ellos iremos,
indefectiblemente, a conquistarnos el futuro. [5]
Repetimos
que es a conciencia, a plena y orgullosa conciencia, como nos exponemos, al
proclamar con tanta ingenuidad el contenido de nuestros ideales, a los juicios
despiadados de todos esos señores sedentarios, encanecidos en la crítica
disecadora e inútil; y aún hasta de los mejor intencionales merecemos cierto
desdén compasivo, al observarnos tan escasamente nutridos de la ideología
contemporánea. Nos rotularán seguramente como a los últimos discípulos de
Rousseau y de los otros teorizantes románticos del XVIII. Sin embargo, cuan
lejos de los apasionamientos delirantes, de las candideces del ideólogo,
estamos los "venezolanitos de estos tiempos". Algo hemos hecho para
demostrarlo. Veamos si logramos convencer a los mejor intencionados; a los
otros, -para qué? En nuestras sigilosas reuniones preparatorias del cuartelazo
de abril jamás inquietamos el sueño de los moradores de Pagüita con ruidosos
juramentos, invocando, como Emilio, el del ginebrino, a "la diosa
Libertad", sino que silenciosamente luchábamos por conquistarnos el amparo
de esa inaccesible señora; jamás surgieron entre nosotros discusiones
acaloradas y violentas por divergencias de criterio político; jamás intentó
ninguno encasillar al grupo dentro de ningún sistema; jamás esbozó nadie ese
"programa", abrumador de lógica y de previsión, que parece
imprescindible a todo grupo conspirativo, especialmente cuando lo integran
individuos de aula. Y es porque todos, con una intuición acendrada en el dolor
y en el sacrificio de las generaciones que nos precedieron, nos damos perfecta
cuenta de cuál es el más urgente problema nacional y cuáles los medios únicos
de solucionarlo. La realidad es esta: Gómez, hombre de selva, reunió un día
cualesquiera a sus hermanos de correrías y con ellos irrumpió sobre el recinto
urbano. El despojo se hizo ley; el atropello adquirió carácter y validez
jurídica; la propiedad privada perdió su sentido de cosa sagrada para
transformarse en botín de audaces afortunados; y 10.000 bayonetas fueron desde
entonces fianza de la anormalidad erigida en sistema. Encuadrado así el
problema, nadie podrá negar que lo inmediato, lo urgente, lo inaplazable, es
hacer retroceder a los invasores selváticos hacia sus guaridas nativas. Una vez
higienizado el recinto ciudadano de esos rezagos de barbarie, cuando éstos no
tengan ya a su alcance el fusil ni la ametralladora sino la maza de sus abuelos
trogloditas para defenderse de las agresiones de las fieras, entonces y solo entonces
debemos encauzar nuestras dinámicas dentro de normas doctrinarias. A veces nos
rentó la sugestión de proceder de otra manera: adiestrarnos primero,
pacientemente, en el estudio de las disciplinas científicas de alcance social y
luego actuar armónicamente, de acuerdo con un plan preestablecido; mas, nos ha
detenido siempre, aparte del premioso llamamiento de la patria sacrificada
reclamando "acción", el sagrado temor de acercarnos a aquel tipo de
escultor parnasiano fijado por Anatole France en una de sus novelas, a quien se
le fue la vida leyendo mil y tantos tomos sobre pigmentos colorantes antes de
tallar siquiera el boceto de su obra maestra: la Libertad Negra ...
Convencidos
de la urgencia inaplazable de la acción, hemos actuado. En las páginas que
siguen recorremos la parábola del gesto. Hemos hecho obra de sinceridad. Ni una
mentira oportunista de panfletario enturbia la verdad amarga e ilusionada de
estas páginas. Por eso, gustosamente nos someteremos a toda crítica de orden
literario y aún gramatical, -somos tan parcos en años y en sabiduría-, que se
haga caer sobre ellas; mas no permitiremos que nadie aventure dudas acerca de
la veracidad de lo narrado.
Este
libro aspira a ser algo más que un vano alarde autobiográfico; en efecto,
exaltar a nuestra generación, a nuestro grupo, acaso no sea, en último análisis
intransigente, sino una forma hábil de exaltarnos a nosotros individualmente.
Nuestras conciencias saben como no fue esa mezquina aspiración la que nos
alentó para la labor. Nos ha guiado un propósito más alto, más generoso y
desinteresado: el de que este libro fuera un toque de alarma, una llamada de
apremio para las jóvenes conciencias continentales. La situación política de
Venezuela, -como observaba ya un escritor de la oposición-, aún no admitiendo
paralelo con ninguna otra actual o habida en el continente, se está
reproduciendo en formas atenuadas, pero alarmantes, en casi todos los pueblos
de Hispanoamérica. Los caciques locales, en desvergonzado maridaje con el
invasor extranjero, ejercen en Lima, en La Habana, en Centro América, gobiernos
de hecho, de estructura fascista, fatalmente orientados hacia la dictadura.
Leguía y Gómez, por encima del Ande, a través de Arcaya y de Pasos Varela, se
tienden las manos camaradas, se canjean condecoraciones y presentes, se hacen
propaganda recíproca en "El Nuevo Diario" de Caracas y en "La
Prensa" de Lima, Machado clausura en La Habana la imprenta donde se
editaba el periódico que acogió en sus columnas un panfleto contra Augusto
Leguía; y la prensa asalariada de Caracas derrocha elogiosos adjetivos para la
actitud del patán cubano y fastidiosas disertaciones acerca de la
"seriedad periodística". Es una vasta red de complicidad entre los
detentadores del poder que inicia su tejido en México, se hace estranguladora
en la América Antillana, en Venezuela, en Perú y va a anudarse al Sur, en la
Chile de Ibáñez. Red implacable, tramada de conspiraciones contra las
soberanías nacionales, de concesiones onerosas, de pactos donde las patrias
pierden su sentido de entidad histórica para convertirse en feudo de pandillas
privilegiadas o en tutelazgos de naciones poderosas. Y los llamados a destrozar
esa tramoya donde se embozan todas las fuerzas enemigas de la tranquilidad y de
la integridad de América son los universitarios unidos en frente único con el
proletariado. Mejor preparado que ninguna otra colectividad social, por
primordial factor de juventud y por otros igualmente valiosos: capacidad,
decoro, intransigente noción de patria, para asumir esa misión trascendental,
debe hacerlo de una vez, sin nuevos titubeos. La actuación del grupo
universitario venezolano en su cruzada contra los bárbaros ha creado un
antecedente obligador. Detrás de los nietos de los otros precursores, -los de
la clarinada de 1810- deben compactarse los muchachos de América, armados de
juventud, para realizar con alegría de sacrificio su cometido histórico. Ya lo
dijo uno de los nuestros, frente a la huesa de quién fue el más alto exponente
revolucionario durante la primera etapa de la independencia continental:
"Ha sonado la hora de definirnos ante el destino y ante nosotros
mismos".
Los
estudiantes de Caracas, en breve ciclo de tiempo, -apenas un año-, hemos
asaltado por tres veces consecutivas los reductos de la barbarie. Ha habido el
gesto cívico y la asonada violenta; en oraciones fervorosas clamamos por la
ensoñada libertad; y una noche de abril, a plomo y sangre, fuimos a
conquistárnosla. El fracaso de este intento libertario, obra de un azar del
destino, significó para unos la muerte gloriosa, con un grito de "patria
libre" en los labios; para otros, la cárcel, con su cortejo de suplicios y
de horrores, para unos cuantos, -nosotros entre ellos-, el destierro, el
exilio, el dolor amargo de vivir des¬de una playa extranjera toda la tragedia
de la patria escarnecida, vejada, deshonada. La etapa de terrorismo iniciada
por la dictadura a raíz de los sucesos de abril, no logró anquilosar de
vacilaciones el espíritu universitario. Y en octubre se alzó de nuevo, altivo y
magnífico para azote de conciencias culpables. La respuesta a la valiente
protesta suscrita por el grupo en esa fecha era la que debía esperarse, dentro
de la ética del régimen: los firmantes fueron condenados a picar piedras en uno
de los caminos carreteros que construye el "Benemérito" para cebo de
los entusiasmos ingenuos del "turista". Y allí permanecen aún en los
momentos en que escribimos estas cuartillas, manteniendo de pie la
perpendicular altiva de su gesto y mezclando su sudor y su sangre con la tierra
soleada, para hacerla propicia y arrancarle la clave del destino.
La
trayectoria de la cruzada acabamos de recorrerla en forma esquemática; en las
páginas que siguen ampliamos y detallamos cada una de sus etapas. Para concluir
el relato de la última tuvimos que apelar a un vanguardismo ortográfico: poner
como signo final no un punto, limitativo y desligador, sino un estirable y
liberal punto y coma... En efecto, el capítulo final de este libro no se ha
escrito; más aún, no se ha vivido. Está en potencia, y apremiante, hostigador,
tiránico en su anhelo de ver luz, acurrucado en nuestros pechos. Se vivirá muy
pronto, en la mañanita auroral en que incendien los cielos de la patria las
primeras descargas libertarias. Y será también para nosotros la alegría y el
honor de escribir el capítulo potencial, en blanco, de este libro, si no con
deleznable tinta de imprenta, con dolor y con sangre, materias más perdurables,
a prueba de toda contingencia.
RÓMULO
ANTONIO BETANCOURT
[1] Betancourt, Rómulo y Miguel Otero Silva, “En las huellas de la
Pezuña” pag. 13-26, Santo Domingo-1929.
[2] La
Constitución venezolana ha batido un record de reformas. Desde el sistema
federal puro que, a imitación de su patrón de Filadelfia, estableció la
promulgada por los constituyentes de 1811, hasta este centralismo descarado,
insolente, -centralismo en hecho, aún cuando la forma federativa se conserve
todavía- reconocido por la de 1928, hay toda una larga y complicada escala de
matices. Esto es explicable. Nuestros autócratas han visto siempre en la carta
política nacional una cosa que "sirve para todo". Y en ese propósito
de violentar, para provecho propio, la norma constitucional les ha prestado en
toda ocasión su concurso, a cambio de un puesto en el festín de la usurpación,
algún leguleyo nutrido de una buena reserva de triquiñuelas y marramucias
jurídicas. Ellos son los que han dado visos de legalidad formularia a las
innumerables "vagabunderías" cometidas por los tiranuelos
venezolanos. Dentro del actual régimen han actuado dos hombres, "destacadamente",
en estos menesteres de sacristanes... y de sinvergüenzas! José Gil Fortoul y
Pedro Mandinga Arcaya. El primero le buscó el "hilo", a despecho de
cuanta generosa palabrería derrochara en su Filosofía Constitucional, a la
primera reelección de Gómez; Arcaya, por su parte, construyó con retazos de
doctrinas oportunistas el puente por donde debía pasar Juan Vicente, por
tercera vez sonreído y feliz, hacia el prado amabilísimo de un nuevo septenio
de mando ... Lástima de trabajo perdido!
[3] Uno de los "espontáneos" defensores de la sociedad venezolana, amenazada por la "onda roja", fue un tal Rodolfo Araceracena -Alacena, más bien, por lo que de "alimenticia" tiene su literatura¬, quien en un periódico de Valparaíso publicó tres columnas de sandeces, reproducidas y comenta¬das con alborozo por Vallenilla Lanz. Entre otras cosas, a cual más regocijadas y grotescas, afirma que las medidas adoptadas por Gómez frente a la rebeldía estudiantil habían merecido "atronadores aplausos en todo el universo". Nos dispensamos del comentario.
[4] El 21 de julio de 1902 derrotó Gómez en Ciudad Bolívar el ejército de Nicolás Rolando, última fracción que quedaba en pie de guerra de la llamada Revolución Libertadora. La actuación de Juan Vicente fue más de mercader que de estratega. La plaza sitiada no se la entregó la pericia de sus movimientos sino la buena cantidad de sonantes "bolívares" pagados por su traición a un oficial de las filas contrarias. Sin embargo, desde esa hora prestigia la humanidad del "General" el título ad hoc de "Paladín de Ciudad Bolívar" y uno de los congresos "rehabilitadores" elevó la fecha de ese triunfo (!) del "Jefe" a la categoría de festividad nacional, bajo la denominación de Fiesta de la Paz. Se celebra con misas de réquiem, salvas de pólvora y granizadas retóricas.
[5] No es ésta una afirmación "gascona", de baladrones. Traduce un estado de la conciencia nacional. Nuestra rebeldía batalladora no es sino índice de la que alienta en todos los venezolanos. Tal vez para nosotros -avanzada de la empresa- el sacrificio sea inevitable; mas, los que vienen a la zaga -nosotros mismos, por cuanto se alimentan en una misma ideología-llegarán a la meta y realizarán la obra inaplazable de construir una Venezuela nueva, decente.
[3] Uno de los "espontáneos" defensores de la sociedad venezolana, amenazada por la "onda roja", fue un tal Rodolfo Araceracena -Alacena, más bien, por lo que de "alimenticia" tiene su literatura¬, quien en un periódico de Valparaíso publicó tres columnas de sandeces, reproducidas y comenta¬das con alborozo por Vallenilla Lanz. Entre otras cosas, a cual más regocijadas y grotescas, afirma que las medidas adoptadas por Gómez frente a la rebeldía estudiantil habían merecido "atronadores aplausos en todo el universo". Nos dispensamos del comentario.
[4] El 21 de julio de 1902 derrotó Gómez en Ciudad Bolívar el ejército de Nicolás Rolando, última fracción que quedaba en pie de guerra de la llamada Revolución Libertadora. La actuación de Juan Vicente fue más de mercader que de estratega. La plaza sitiada no se la entregó la pericia de sus movimientos sino la buena cantidad de sonantes "bolívares" pagados por su traición a un oficial de las filas contrarias. Sin embargo, desde esa hora prestigia la humanidad del "General" el título ad hoc de "Paladín de Ciudad Bolívar" y uno de los congresos "rehabilitadores" elevó la fecha de ese triunfo (!) del "Jefe" a la categoría de festividad nacional, bajo la denominación de Fiesta de la Paz. Se celebra con misas de réquiem, salvas de pólvora y granizadas retóricas.
[5] No es ésta una afirmación "gascona", de baladrones. Traduce un estado de la conciencia nacional. Nuestra rebeldía batalladora no es sino índice de la que alienta en todos los venezolanos. Tal vez para nosotros -avanzada de la empresa- el sacrificio sea inevitable; mas, los que vienen a la zaga -nosotros mismos, por cuanto se alimentan en una misma ideología-llegarán a la meta y realizarán la obra inaplazable de construir una Venezuela nueva, decente.
Publicado
por Dres. Juan O. Pons y N.
Florencia Pons Belmonte
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Betancourt Romulo - Discursos y Documentos
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