Es
pertinente que en este momento de exaltación extrema de los héroes militares,
recordemos, a los 60 años de su inesperada muerte que cumplió éste 21 de Mayo,
a un conspicuo representante de la civilidad, de la libertad y la democracia
como Andrés Eloy Blanco, el poeta del pueblo venezolano. Andrés
Eloy era de pequeña estatura, pero cuando escribía o se subía al
pódium de los oradores se convertía en un verdadero gigante. He allí el por qué
del oxímoron de “pequeño gigante”: físicamente minúsculo y enjuto, pero de un
talento que lo encumbraba por encima del egoísmo y la mediocridad de cualquier
tiempo venezolano.
Andrés
Eloy permaneció un año en España y allí, entre otros honores y reconocimientos,
fue designado miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y se codeó
con los poetas vanguardistas de la época. A su regreso a Venezuela,
ya en1928, no lo esperaba otro homenaje de la dictadura que la prisión. En
efecto, el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez lo encerró en el Castillo
Libertador (siempre los dictadores utilizan al Libertador para reprimir) de
Puerto Cabello, hasta el año de 1932 cuando fue liberado por estar muy enfermo.
Allí escribió Barco de Piedra, su famoso poema carcelario, donde utiliza la
forma de la prisión para convertirlo en barco para navegar. Por eso el preso
fue el hombrecito que habitaba en su cuerpo, pero no el poeta porque, durante
esos cinco años de encarcelamiento su alma andaba viajando por mares remotos en
ese barco de piedra.
Hay
una faceta de Andrés Eloy, poco conocida, que pareciera contradictoria con su
pensamiento de avanzada social: su profunda exaltación poética de lo religioso.
Vale la pena transcribir lo dicho en este sentido por Monseñor Baltazar Porras,
Arzobispo de Mérida, quien destaca así estas virtudes del poeta: “A Dios se
busca y se llega por infinitos caminos. Y hay un cielo siempre abierto para
quien lo busca en la oscuridad de la noche de la vida con sinceridad y
honestidad. Ese es el cielo que pedimos para Andrés Eloy, en plenitud de amor,
rodeado de angelitos negros, de Santa Serapia, del niño pobre con el juguete
caro, rodeado de hijos con uno en los brazos como San Antonio o la Coromoto,
porque cuando se tiene un hijo y se ama se tiene a todos, dicho con palabras
del poeta:
No;
amar es amar y ama;
es
como amar de dos modos;
a
unos como hijos de Dios
y
como a Dios, a uno solo…
Hijo
mío, que eres mis dos hijos
a un
tiempo con el hijo infinito,
igual
que el encaje del Misterio
el
Hijo es uno en el Santo Espíritu
Y en
Ellos y en Él están todos
los
irredentos y los redimidos”.
Descansa
en paz, querido compañero de sueños, de ideales de igualdad y justicia.
Descansa en las pupilas de los niños pobres que sin la demagogia que hoy los
humilla, serán redimidos por quienes suscribimos el pensamiento – valga de
nuevo el oxímoron – del más grande de los “pequeños” hombres de Venezuela.
Tomado
de:
http://acciondemocratica.org.ve/adport/antonio-ecarri-bolivar-andres-eloy-un-pequeno-gigante-venezolano/#sthash.2dwHJK3G.dpuf
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