La socialdemocracia ha contribuido durante décadas al crecimiento
económico y a la reducción de las desigualdades en Europa. Utilizando el
potencial creativo del mercado y la capacidad redistributiva y la
gestión macroeconómica del sector público supo construir sólidos pilares
que legitimaron su acción política.
Pudo hacerlo en un contexto diferente del actual y que conviene tener
presente. El dinamismo demográfico de la posguerra —reforzado por la
inmigración—, la mayor tasa de actividad por la incorporación masiva de
la mujer al mercado de trabajo, las infraestructuras, y la mejora de la
productividad por la educación, la innovación e inversión en bienes de
equipo, aumentaron la capacidad productiva. Y el desarrollo de los
sistemas de pensiones, la progresividad fiscal y la universalización de
los servicios públicos permitió reducir las desigualdades y contribuyó a
sostener la demanda necesaria para impulsar el crecimiento económico.
Por una parte, la tendencia al envejecimiento de la población ha
alterado profundamente el equilibrio financiero de los sistemas de
pensiones. Ha obligado a retrasar la edad de jubilación, a reducir las
pensiones devengadas o a aumentar la contribución de los que trabajan,
al tiempo que los gastos sanitarios y de servicios sociales han crecido
notablemente. La consecuencia ha sido una reducción de derechos y un
aumento de impuestos y contribuciones sociales, que ha erosionado la
confianza en los gobernantes. Adicionalmente, el envejecimiento
ralentiza el crecimiento económico, porque disminuye el consumo y
aumenta el ahorro.
La globalización,
que saca a millones de personas de la pobreza, amenaza a los menos cualificados
de los países desarrollados
que saca a millones de personas de la pobreza, amenaza a los menos cualificados
de los países desarrollados
Por otra parte, la globalización, que está contribuyendo a sacar a
millones de personas de la pobreza en los países emergentes, amenaza los
puestos de trabajo y los salarios de los trabajadores de menor
cualificación de los países desarrollados y afecta en especial a la base
social de la socialdemocracia. Su pérdida de poder adquisitivo aumenta
las desigualdades y debilita la demanda, y esto acentúa el desempleo y
la pérdida salarial.
A su vez, la libertad de movimiento de capitales y la desregulación
financiera han reducido la capacidad para fiscalizar las rentas del
ahorro y la riqueza, y han generado un desarrollo hipertrofiado,
desregulado y con elevado riesgo sistémico del sector financiero. A
mayor abundamiento, ha sido necesario rescatar a este sector con el
dinero de ciudadanos castigados por una crisis cuyo detonante ha sido
precisamente el sector financiero. Aunque haya sido inevitable, no hay
capacidad pedagógica suficiente para explicar un fenómeno tan perverso.
¿Cómo hemos respondido a esa tendencia estructural al desequilibrio
de las finanzas públicas, causada por la pérdida de ingresos y el
crecimiento de los gastos? ¿Cómo hemos hecho frente al aumento de las
desigualdades producidas por la pérdida de poder adquisitivo de una
parte importante de la población en los países desarrollados y por la
reducción de la progresividad fiscal ante la globalización financiera?
Recurriendo al endeudamiento, tanto público como privado, con el fin de
tratar de mantener las prestaciones sociales y sostener la demanda
agregada.
Pero el crecimiento estaba alimentado por una burbuja inmobiliaria y
por un sistema de consumo a crédito, ambos insostenibles a largo plazo. Y
la deuda —pública, pero sobre todo privada— se convirtió en la vía para
retrasar o paliar las consecuencias de un cambio que amenazaba la
calidad de vida y las expectativas de amplios sectores de la población,
así como los fundamentos del contrato social.
En Europa, la crisis se ha visto agravada por la carencia de una
gobernanza económica que impida la acumulación de graves desequilibrios
en las posiciones acreedoras y deudoras de los países. Durante demasiado
tiempo, además, la irreversibilidad del euro se respaldó con escasa
firmeza. Y se ha aplicado de manera obsesiva una política de austeridad,
especialmente inapropiada para un shock de demanda provocado por el exceso de endeudamiento. Detrás había razones ideológicas, con más de tres décadas de revolución conservadora
que ha predicado la flexibilidad y la autorregulación de los mercados
como garantía de pleno empleo; pero, también, la preponderancia de los
intereses de los acreedores frente a los deudores. Resultado: una
segunda recesión, en este caso autoinfligida; una inflación cercana a
cero; y un horizonte prolongado de crecimiento lánguido y elevado
desempleo.
Ante este complicado contexto, la socialdemocracia se encuentra con
bastantes dificultades. La primera, su propia cuota de responsabilidad
en la desregulación financiera y en los problemas de gobernanza
internacional y europea. Cuando había prosperidad, le resultó difícil
sustraerse a la tentación de cabalgar sobre esa ola con una gestión
complaciente, quizás sin prestar suficiente atención a los problemas de
competitividad, empleabilidad, dualidad laboral y social, y
sostenibilidad del Estado de bienestar que se estaban incubando. La
crisis, con su destrucción de empleo y recortes en los servicios
sociales que palían la desigualdad, ha acentuado el cuestionamiento del
contrato social, y por tanto, también la rebelión.
La segunda dificultad es la impotencia. Una parte importante de la
respuesta a la crisis pasa por la capacidad europea en su conjunto,
nunca unilateral, para impulsar la demanda mediante una estrategia
coordinada, apoyada en políticas de gasto de los países con sólida
posición financiera, o de todos con respaldo solidario. El objetivo es
reducir el paro, mejorar los ingresos fiscales, elevar la tasa de
inflación y aliviar el peso de la deuda. Adicionalmente, la reducción de
las desigualdades se ve constreñida por unas finanzas públicas en
desequilibrio y una progresividad fiscal limitada por la dificultad para
gravar unilateralmente las rentas del ahorro y la riqueza.
En esas circunstancias, ¿cómo pedir el voto a nivel nacional para
asumir un poder que realmente no se tiene; que como mucho es compartido,
incluso subordinado?
La socialdemocracia es débil en una Europa políticamente cada vez más
fragmentada y con posiciones divergentes en su seno en función del
peso, responsabilidad de Gobierno, competitividad y condición acreedora o
deudora de cada país. Lo cual hace difícil su liderazgo para lograr un
cambio de gobernanza que siente las bases económicas y sociales de un
nuevo contrato social europeo. Y, sin embargo, sus propuestas son más
necesarias que nunca.
En este contexto de globalización imperfecta y de gobernanza europea
desequilibrada, la socialdemocracia no puede resignarse a una actitud
nostálgica. Las políticas que le daban legitimación no se adaptan ya a
las nuevas circunstancias y tampoco hay excusas para no afrontar los
retos sobre los que sí hay margen de maniobra a escala nacional. Hay
mucho que revisar para reforzar la igualdad de oportunidades, explorar
los límites de la capacidad redistributiva de la política fiscal,
combatir ferozmente la exclusión social y colocarse en vanguardia en
transparencia y lucha contra la corrupción.
Ahora bien, la socialdemocracia no generará credibilidad si no es
capaz de presentarse también como adalid de una economía flexible,
innovadora, dinámica, emprendedora, abierta, austera, competitiva, y
generadora de los recursos necesarios para proporcionar oportunidades y
luchar contra el desempleo, la dualidad laboral y las desigualdades.
Tiene una gran tarea reformista por delante, y una gran responsabilidad,
probablemente superior a su capacidad de respuesta —dada su debilidad
en el escenario político— en la tarea de reconstruir las bases
económicas y sociales del modelo de convivencia europeo. De lo
contrario, la desesperación ante la ineficacia de las terapias
convencionales y la pérdida de confianza por los comportamientos poco
éticos de los políticos convertirán a Europa, como ya estamos viendo, en
terreno abonado para brujos, charlatanes y curanderos.
Luis Atienza Serna fue presidente de Red Eléctrica de España.
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