“La riqueza petrolera y el desarrollo económico y social de Venezuela"
Rómulo A. Betancourt
[31 de Marzo de 1962]
Todo venezolano debe interesarse en el
fascinante tema del petróleo. Por varias décadas pasadas y muchas por
venir, el petróleo ha sido y seguirá siendo elemento de suma
significación en la vida venezolana. Personalmente, desde que adquirí
conciencia de los diversos aspectos de la problemática nacio¬nal, me
preocupé porque Venezuela supiera aprovechar su riqueza petrolera para
su desarrollo económico y social. He tenido la oportunidad en posiciones
de gobierno de contribuir a encauzar la política petrolera hacia ese
objetivo.
Me complace mucho la
celebración de este Primer Congreso Venezolano de Petróleo. En él están
representadas prácticamente todas las profesiones, incluyendo a un
número de distinguidos invitados de países extranjeros con los cuales
mantenemos cordiales relaciones.
Con seguridad este Congreso será seguido de muchos otros en vista de la importancia de ventilar libremente, como se ha hecho aquí, sin cortapisas de ninguna especie, democráticamente, los distintos problemas relacionados con el petróleo. Es una manifestación de la forma de vida que estamos implantando en Venezuela, donde se auspicia el debate contradictorio, esclarecedor de la posición de los distintos intereses en juego y propiciador de la conciliación con base en las supremas exigencias nacionales.
Para el
mundo, como para Venezuela, se destaca sin lugar a duda, el petróleo
como el motor más importante de la economía. En la etapa presente esa
importancia debe considerarse en función del progreso económico y social
de todos los pueblos de la tierra.
De
allí que los países que tienen el privilegio de haber sido dotados por
la naturaleza, en forma abundante, de esa riqueza, asumen
intrínsecamente el compromiso de sentar bases sanas para su utilización
en provecho tanto de sus respectivos pueblos como de las demás naciones
que lo necesitan. Esta verdad ha venido penetrando en la conciencia de
los gobiernos de los principales países exportadores de petróleo.
En lo que nos atañe, en Venezuela los objetivos de la política petrolera están, claramente definidos.
En
primer término, la industria petrolera ha de continuar progresando
sobre las bases legales en que ha operado en los últimos años, a fin de
satisfacer en forma regular la creciente demanda de petróleo en los
mercados internacionales.
Se
proseguirán los esfuerzos para que los precios del petróleo se recuperen
de la declinación que los ha afectado, en contraposición con el curso
ascendente que han seguido los precios de las mercancías que importamos.
Lograda esa recuperación, se procurará establecer entre el precio de
este conjunto de mercancías y el del petróleo, una relación que
garantice términos de intercambio equitativos y estables para nuestro
país.
Igualmente se harán los
esfuerzos necesarios para que el nivel de las inversiones destinadas a
la exploración se corresponda con los niveles de la producción, con el
fin de aumentar las reservas probadas y asegurar así más firmemente el
flujo adecuado de petróleo hacia los mercados internacionales. En esta
forma se propende tanto a la eficaz aplicación de los principios de
conservación, como a una mayor contribución a la actividad económica del
país, que a todos interesa impulsar.
Como
uno de los sistemas substitutivos de las concesiones, se ha de activar
la realización de los objetivos inherentes a la Corporación Venezolana
de Petróleo mediante su gestión directa, y la que debe emprender con
participación de la iniciativa privada.
Todos
estos principios básicos que acabo de enunciar, tienden a asegurar una
explotación racional de nuestro petróleo sobre bases competitivas y en
orden a asegurar para los años futuros, y no solamente los inmediatos,
una participación adecuada para el país.
Sin
embargo, sería vano este esfuerzo si no correspondiera a otro
igualmente vigoroso para lograr la inversión más provechosa posible de
los cuantiosos recursos que provienen del petróleo. Afortunadamente, ya
hemos dejado atrás la menguada etapa en que, de modo consciente o
inconsciente, se despilfarraban estos recursos. Desde luego, todavía no
podemos considerarnos completamente satisfechos. Pero la plena
conciencia que se tiene del problema, tanto en el sector público como en
el sector privado, nos ha conducido a hacer rápidos progresos hacia el
mejoramiento de la inversión de los dineros del Estado. En la tarea de
programar esta inversión debemos tener presente que son igualmente
indispensables la acción en el campo económico y la que se ejerce en el
campo social.
Crear nuevas
fuentes de riqueza y así diversificar nuestra economía, aún tan
dependiente del petróleo, es meta de importancia capital. Mucho se ha
hecho en obras de infraestructura, soportes del proceso económico, tales
como las de riego y electrificación. Tuve la oportunidad de señalar en
mi último mensaje al Congreso Nacional, que en los tres últimos años la
producción de energía eléctrica ha aumentado en un 52%, lo que da la
medida de nuestro desarrollo económico. También una buena parte de los
recursos petroleros se ha venido transfiriendo por medio de créditos
industriales y agropecuarios a los particulares, quienes tienen la
responsabilidad de utilizarlos, conjuntamente con sus propios recursos,
en la forma más eficaz posible. Como el Estado, ellos tienen el deber
social de que no se malgasten los dineros de la nación, sino que por el
contrario redunden en el mayor beneficio para la colectividad. El
impulso que emana del petróleo debe seguir transmitiéndose con creciente
intensidad al esfuerzo de la industrialización -incluso en el
importante campo petroquímico- y al de la reforma agraria, que son los
dos pilares sustentadores de nuestro desarrollo.
Por
otra parte, no se pueden lograr estos objetivos si no se atiende al
propio tiempo las múltiples necesidades de índole social que aquejan a
la población. Aliado de las inversiones autopagables es preciso acometer
obras encaminadas al mejoramiento del capital humano. Y ello por dos
razones: primero, porque en definitiva el bienestar de los hombres,
mujeres y niños de Venezuela es la meta primordial de la política de
desarrollo del Gobierno que presido; y segundo, porque el rendimiento
económico de la población aumenta en la medida en que progresan la
educación y la salud.
No se
pueden considerar como gastos administrativos -o burocráticos, como
desdeñosa y muchas veces injustamente se les llama- los que atienden el
funcionamiento de instituciones educativas o asistenciales; nadie se
atreverá a decir que lo son aquellos que se refieren a la construcción
de los edificios que corresponden a esas instituciones. Todos ellos
están dentro de la categoría de los gastos esenciales para el desarrollo
económico y social. Sería arar en el mar, como lo dijera en bien
conocido contexto el Libertador, el tratar de impulsar nuestra economía
sin mejorar las condiciones de vida del pueblo. En los tres últimos años
el Gobierno venezolano ha invertido en gastos de desarrollo alrededor
del 65% de los recursos totales.
El
Ministro de Minas e Hidrocarburos ya se refirió, en su exposición ante
este Congreso, a la importancia de formar personal técnico venezolano en
todos los niveles y en todas las especialidades. Para acelerar el
proceso hacia este objetivo, hemos organizado y puesto en marcha del
Instituto Nacional de Cooperación Educativa, que opera con recursos de
los patronos, de los obreros y del Estado. Y dentro de poco tiempo se
iniciará el funcionamiento del Instituto Politécnico Nacional.
En
el campo de los hidrocarburos habremos de alcanzar, con el empeño
decidido de todos, la importante meta que destacó el doctor Pérez
Alfonso, a saber: «La venezolanización de la Industria Petrolera».
Junto con sus colegas venezolanos, ya numerosos, muchos son los
técnicos extranjeros que han contribuido y seguirán contribuyendo a la
formación de personal calificado. Mas, es aspiración natural que
nosotros queramos que los técnicos venezolanos con vocación de servicios
vayan asumiendo progresiva, pero rápidamente, la responsabilidad
técnica de la industria petrolera.
No
nos guía en este enfoque un nacionalismo aldeano. Nos guía el anhelo de
obtener una participación cada vez mayor de los venezolanos de todos
los niveles y de todos los oficios en el manejo de nuestros propios
asuntos. En este sentido nos proponemos incrementar el intercambio de
personal y de experiencias con los demás países del continente y fuera
de él.
Señoras y señores:
Me
siento optimista, convencido como estoy de que sabremos aprovechar la
magnífica oportunidad que se nos brinda de edificar, con los cuantiosos
recursos de que disponernos, una nueva Venezuela que siendo fiel a sus
tradiciones históricas, defina sus perfiles de sociedad moderna y
creadora, capaz de asegurar la prosperidad y el bienestar para todos los
venezolanos, dentro de un régimen de democracia cabal.
Tomado de: -http://constitucionweb.blogspot.com/2010/07/discurso-de-betancourt-en-el-1-congreso.html
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