Un viejo chiste atribuido a Winston Churchill dice que si juntas cinco minutos en una habitación a dos economistas saldrán dos opiniones, salvo que uno de ellos fuera John Maynard Keynes, en cuyo caso habría tres opiniones diferentes. Si hoy se le pregunta a dos personas diferentes qué opinan de Jeremy Rifkin ocurre algo muy parecido, salvo que las probabilidades de que sean tres visiones muy extremas es altísima.
Rifkin (EEUU, 1943) es una de las voces más influyentes a nivel
mundial. Escribe en los principales medios de comunicación, sus libros
se venden como rosquillas, llena auditorios y los líderes políticos de
tres continentes se pelean por invitarlo a su mesa.
Durante años, fue asesor de Zapatero, y todavía hoy, a pesar del tiempo transcurrido, arremete sin necesidad de que se le pregunte contra Mariano Rajoy por frenar la inversión en renovables.
Economista y teórico social, da conferencias por medio mundo hablando de La Tercera Revolución Industrial y de La sociedad de coste marginal cero (Paidós), la obra que ha venido a presentar a Madrid invitado por la Fundación Rafael del Pino.
Un mundo donde fabricar es cada vez más barato y donde las impresoras
3D convertirán a cientos de millones de personas en prosumidores, una
mezcla de consumidores y productores inédita en la Historia.
En 2007, Angela Merkel lo llamó a consultas. François Hollande, también. Y el apoyo del premier chino, Li Keqiang,
le ha llevado a vender medio millón de ejemplares de una apasionada
defensa de un mundo poscarbono. Pero las grandes empresas lo aborrecen
por sus feroces críticas a los combustibles fósiles y entre sus pares,
los economistas, las críticas son muy duras.
Gana millones como consultor, pero sus textos, largos, llenos de
ideas, nombres, referencias e hipótesis, desbordan confusión. «Vende
motos, pero las vende muy bien», dicen. Una mezcla de Paul Krugman y Paulo Coelho que llega directamente a los núcleos de poder y entra en vena a los que mandan.
Rifkin cree que el capitalismo, tal y como lo conocemos, no es que
vaya a desaparecer, sino que ya lo está haciendo. Que en 2050, menos de
dos generaciones, será algo mucho más próximo a la economía colaborativa
que a la búsqueda de interés propio. Que el viejo paradigma de Adam Smith
ha sido desmontado y será reemplazado cuando lleguen al poder,
económico, político y cultural, la generación que se ha criado después
de Napster, acostumbrada a compartirlo todo por internet.
El mundo del futuro, asegura, será mejor y más sostenible porque
colaboraremos en busca del bien común no para combatir la escasez, sino
para generar prosperidad. Dice no ser un utópico y señala que compartir y
colaborar no arreglará todos los problemas. Jura y perjura que vive en
el mundo real, pero el siglo XXI que Rifkin dibuja en su obra es de
color de rosa. Siempre y cuando se le haga caso al pie de la letra.
Tomado de: -http://www.elmundo.es/cultura/2014/09/16/54177867268e3e220a8b4571.html
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