La carnicería en que se convirtió la Revolución
Francesa desde el ascenso de Maximiliano Robespierre al poder cuando desató el
denominado «terror rojo» contra sus enemigos ciertos o imaginarios, concluyó el
día de su propio guillotinamiernto el 10 de Termidor del año II (28 de julio de
1794), sólo para ser sustituido por un denominado «terror blanco» que
ejercieron los ex robespierristas conversos para hacerse perdonar sus
anteriores asesinatos y al que se sumaron por venganza los sobrevivientes de la
nobleza, el clero, la burguesía y demás ex perseguidos que se habían salvado de
la cuchilla revolucionaria. Desatados ambos terrores, cara y sello de una misma
atrocidad, se llevaron por delante culpables e inocentes, ricos y pobres,
letrados e ignorantes, nobles y plebeyos, privilegiados y gente del común.
Asesinaban con o sin motivos por lo que fuera, por las ideas, por las creencias
religiosas, por la clase, por la cultura, por las apariencias, por el
vecindario, por el parentesco, por la certidumbre, por la sospecha, por el
chisme, por la envidia, sin juicios ni pruebas (la mayoría de los condenados
conocía su delito innominado justo en el momento en que la cuchilla le
desprendía la cabeza) y las ejecuciones las perpetraban suelta e
indistintamente, sin contención alguna, la autoridad o el populacho.
Permitírselas a éste, constituyó una deliberada terapia de desfogue mientras el
gobierno de turno hacía y deshacía a su antojo gracias a ese divertimiento.
Un terror sustituyó al otro y la degollina continuó hasta que llegó un
soldado llamado Napoleón Bonaparte que pateó el trasero de unos y otros, los
humilló a todos en una misma servidumbre, se hizo Primer Cónsul y después
Emperador de Francia y Europa hasta que a su vez las antiguas monarquías
desplazadas por el auto ennoblecido lo echaron del trono y lo arrojaron al
pudridero lejano e inaccesible en la isla Santa Helena.
La plutocracia resguardada en la distancia, tal
como lo ha explicado ampliamente Rafael Poleo, también amaga con remedos de
terror blanco para sustituir la chapuza del terror rojo de la seudoizquierda,
inepta no sólo para gobernar sino también para reprimir. Levantan cadalsos y
tejen cuerdas porque saben que la venganza es un sedativo natural para los que
fueron perseguidos. Pagan sus laboratorios sucios para calumniar a
quienes consideran obstáculo de su despropósito, infamándolos con los delitos
cometidos por ellos mismos. Son los que, sin poner un centavo de su bolsillo,
controlan bancos de los que se han hecho dueños con dinero del público para
utilizar como lavadora de sus negocios delictivos en paraísos fiscales. Los que
por concesiones del Estado usufructuaron medios para hacer negocios, promover a
sus favoritos y vetar a los indóciles, arrodillar a los gobiernos y hacerlos
víctimas de sus extorsiones. Los que dominaron el poder y lo expoliaron a su
antojo sin haber ganado una sola elección. Los que se chuparon a todos los
gobiernos y a todos traicionaron metódicamente. Los que estimulan el
radicalismo, envenenan con la polarización tanto como el régimen lo hace,
destruyen toda posibilidad de paz y reconciliación porque lucran con la guerra
que decretaron para que las peleen los hijos de los demás, mientras los propios
están a resguardo. Los hechos se conocen y es tarea de todo el país que no
sigan haciendo sus negocios a costa de la vida de los venezolanos.
Tomado de:
-http://acciondemocratica.org.ve/adport/henry-ramos-allup-preparando-los-cadalsos/#sthash.VsRem3Xc.dpuf
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