sábado, 18 de octubre de 2014

José Félix Díaz Bermúdez: Anécdotas y recuerdos sobre Andrés Eloy Blanco



Fue pues en 1896 cuando la ilustre ciudad de Cumaná, cuna de grandes ciudadanos, vio nacer al insigne poeta, humorista, orador, periodista, ejemplo de civilidad.
En distintos libros, estudios e inclusive publicaciones oficiales como aquella importante recopilación de sus Obras Completas editadas por el Congreso Nacional en el año 1973, se ha señalado erróneamente como año de nacimiento del gran poeta Andrés Eloy Blanco el de 1897, siendo lo correcto el año 1896 (06 de agosto).
En tal afirmación se ha incurrido reiteradamente y se hace necesario que rectifiquemos para que no exista duda al respecto. En tal sentido, uno de sus principales biógrafos, el escritor Alfonso Ramírez, en su ensayo: “Biografía de Andrés Eloy Blanco y Memoria de su Época” así lo señala, citando la propia partida de nacimiento; igualmente me lo ha referido el apreciado historiador sucrense José Miguel Salas.
Fue pues en 1896 cuando la ilustre ciudad de Cumaná, cuna de grandes ciudadanos, vio nacer al insigne poeta, humorista, orador, periodista, ejemplo de civilidad, hombre de celebrado ingenio, valuarte de la dignidad y de la democracia, de señaladas virtudes patrióticas, intelectuales y humanísticas para quien la vida representó, como el mismo lo testimonió: “…desvivirse por lo justo y lo bello”.
En ocasión al traslado de sus restos al Panteón Nacional en 1981 -acto al que acudimos con profundo recogimiento y amor patrio y sentida admiración por la vida y obra del poeta-, escribimos un artículo publicado entonces por “El Universal” denominado “Andrés Eloy a la Gloria”, y fuimos testigos del respeto y fervor popular que se manifestó ese inolvidable día por las calles de Caracas, desde el Capitolio hasta el propio Panteón en su homenaje.
De la misma manera, un entrañable amigo, diputado en la Asamblea Nacional Constituyente del año 1947, el Dr. Bernardo Rodríguez Llamozas, en muchas ocasiones compartió con mi persona sus recuerdos sobre aquellas difíciles reuniones en las cuales brilló siempre la sabiduría, la afabilidad, el ingenio y la ecuanimidad de Andrés Eloy Blanco, y que fue determinante para la elaboración de la Constitución de 1947, instrumento político y jurídico que abrió los cauces democráticos e institucionales del país.
El talento oratorio de Andrés Eloy destacó con frecuencia en todos los ámbitos, en la tribuna parlamentaria, en la plaza pública y en la amenísima y vivaz conversación que constituyó uno de sus grandes dones y que le ubican, sin duda en nuestro concepto, como uno de los más altos tribunos de Venezuela del siglo XX, seguido por el intelectual Eloy G. González. Su inolvidable viuda Doña Lilina, me comentaba una vez que cuando se organizaban los actos políticos, muchas veces exigían los partidarios para enviar los pasajes la presencia de Andrés Eloy.
En una oportunidad su hijo Luis Felipe me refería varios ejemplos de la notable capacidad oratoria de su padre, y me aportaba ejemplos de momentos estelares en los cuales se puso en evidencia tan elevada cualidad, entre ellos cuando el presidente Medina en el curso de una gira por varios países bolivarianos en 1943, llevó al poeta entre su comitiva y a Andrés Eloy le correspondió contestar de manera admirable el discurso que entonces pronunció el académico y político colombiano Luis López de Mesa. Igualmente, otra de las más altas piezas oratorias de Andrés Eloy, fue el discurso que pronunció en México en ocasión a la inauguración de la estatua de Bolívar en esa ciudad, uno de los discursos más significativos escuchado en tierras aztecas en muchos años.
Por otra parte, Doña Lilina me refirió también una extraordinaria anécdota de Andrés Eloy ubicada en la época en la que fue Canciller. Intentaba rodear a Andrés Eloy las formalidades, el ceremonialismo y el esteticismo propio del protocolo diplomático, y en un momento en el que nuestro poeta salió de su oficina en la Cancillería para dirigirse a la Plaza Bolívar, un grupo de personas se le acercó para saludarlo con expresiones de afecto y llamándolo por su nombre. Un diplomático peruano que lo acompañaba, sorprendido por el hecho de que el pueblo se dirigiera al poeta en esa forma, le expresó: “Deberían llamarle Dr. Blanco…”, a lo cual le respondió el ilustre cumanés: “Dr. Blanco hay muchos, pero Andrés Eloy soy yo”. Buena lección de este gran hombre a tanto individuo fatuo y engreído que existe que por detentar un cierto rango momentáneo se hacen inaccesibles y se consideran indispensables para el país, al que no saben servir con humildad, aceptando  y propiciando el trato servil de algunos.
En mi poder se encuentran dos inapreciables documentos que conservo para la historia de la patria, unos poderes de Andrés Eloy Blanco otorgados en circunstancias políticas y personales adversas: uno con fecha 9 de diciembre de 1948, mediante el cual nombraba como apoderado suyo a señor Luis Roche, entonces domiciliado en la ciudad de Buenos Aires, para que el mismo lo representara: “en todo lo referente a los haberes que me puedan corresponder por concepto de derechos de autor intelectual, ya en lo relativo a mis obras o escritos literarios o políticos y en lo que atañe a la letra de canciones  en otras producciones de que yo sea autor, cobrando en mi nombre las sumas que me hayan correspondido por concepto de grabaciones, exhibiciones, traducciones y demás manifestaciones en que figuren obras producidas por mí…”, existentes en Argentina y en Uruguay; el otro de la misma fecha a favor de su esposa doña Lilina (Angelina Iturbe de Blanco) y a su hermana Rosario Blanco para: “…administrar mis bienes muebles e inmuebles, recibir el precio de las operaciones de venta, hipotecar, recibir el valor de las hipotecas, cancelar hipotecas, recibir cantidades que me adeuden, otorgando los recibos correspondientes …”, entre otras facultades. Había sorprendido al poeta en Francia donde se encontraba en cumplimiento de su tarea diplomática como canciller de Venezuela, el alevoso golpe militar contra el Presidente Gallegos.
Nuevamente el poeta dio muestra particular de su austeridad y corrección: disponía  únicamente de sus propiedades inmobiliarias en Venezuela y sus derechos intelectuales como autor de sus obras literarias, y no de dinero mal habido como tantos otros indignos usufructuarios del poder con que el pueblo les enviste.
Tales son episodios de una vida ejemplar… A escasos días de su muerte en México, Andrés Eloy publicó su libro: “Giraluna”, canto admirable para su insospechada despedida, y le entregaron 150 ejemplares especiales para ofrecer a sus amigos en un acto que Luis Felipe recordaba haberse realizado en su casa. Un hermoso libro en cuero marrón y letras doradas, con ilustraciones realizadas por Elvira Gascón. El ejemplar que conservo con especial celo, fue dedicado por Andrés Eloy al destacado músico Gilberto Mejías Palazzi en fecha 6 de mayo de 1955, sin imaginar su próximo final en un insólito accidente de tránsito, cuando tanto se esperaba de él para la recuperación moral de su patria, la reconquista de sus libertades democráticas, la vindicación irrenunciable de los derechos de su pueblo.
Tomado de: -http://eltiempo.com.ve/opinion/otras-voces/anecdotas-y-recuerdos-sobre-andres-eloy-blanco/31437

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