Conciudadanos:
Compañeros de Partido:
Ha
venido esta noche, una vez más, Acción Democrática a decir su palabra
clara y sin esguinces; ha venido esta noche el Partido del Pueblo a
hablarle al pueblo en su mismo lenguaje sincero y tajante de siempre,
agarrando al toro por los cuernos y llamando las cosas por su nombre.
Porque para nosotros la política no es discusión a la sordina, en
trastiendas cómplices, sino abierto, público y vigoroso debate ante la
opinión de las grandes cuestiones nacionales. Así estamos cumpliendo, lo
estamos cumpliendo ya durante cuatro años, aquel compromiso solemne que
contrajimos con nuestro pueblo de venir como partido político "a romper
el pacto infame de hablar a media voz".
Esta noche seré en algunos aspectos hasta detallista, hasta casuístico, hasta anecdótico, pero vaya hablar con meridiana franqueza.
Me
va a corresponder esta noche resumir los discursos de los compañeros
del comando nacional del Partido que me han precedido ante ese
micrófono, fijando y precisando la actitud de nuestro Partido ante el
problema de la sucesión presidencial.
En
mayo de 1945 se realizó nuestra Tercera Convención Anual. Sin pasajes
en Aeropostal, sin puestos en los hoteles pagados por el Capítulo VII,
sin cocktailes en el Pabellón del Hipódromo con sus propios y pobres
recursos de venezolanos que viven todos de su propio trabajo decoroso,
vinieron a Caracas trescientos delegados del Partido, de los cuatro
costados de Venezuela, y allí apreciamos cómo estaba tomando cuerpo la
candidatura del general Eleazar López Contreras. En torno suyo se había
formado ya para entonces una agrupación de fuerzas de confesa u oculta
vocación antidemocrática, integrada por individuos del régimen
erradicado de la Administración Pública o enquistados en ella y por
personas reclutadas en las clases más conservadoras del país, enemigos
francos o encubiertos de las conquistas políticas y sociales alcanzadas
por Venezuela en la última década.
Tres
circunstancias contribuían a que un hombre que se retiró del poder en el
41, siendo un cadáver político, estuviera aglutinando en torno suyo
corrientes de opinión. Esas tres circunstancias eran que el general
López Contreras aparecía como el único candidato ya lanzado a la arena
de la lucha política. La segunda, el descontento nacional existente por
la ineptitud administrativa de la autocracia gubernamental, por el
florecimiento del peculado, que han caracterizado a la administración de
Medina Angarita. Y la tercera circunstancia: la actitud ambigua que
venía adoptando frente a la candidatura de López Contreras el partido
elector, el partido con determinante mayoría de diputados y senadores en
el Congreso Nacional: el Partido Democrático Venezolano.
Nuestra
Convención apreció con clara perspicacia política la situación
existente, y por eso no se limitó exclusivamente a rechazar la
candidatura en marcha del general López, can lo cual se definió
consecuente con su programa, con su razón de ser histórica, con su
compromiso contraído con la democracia y con el pueblo, sino que fue más
lejos: le planteó al P.D.V. la necesidad de que definiera y precisara
su actitud ante la candidatura de López Contreras.
El
27 de mayo fue publicada nuestra carta a ese Partido. El directorio del
P.D.V. contestó -en lenguaje equilibrista pero bastante revelador- que
el general López Contreras no sería su candidato. En esta forma
contribuyó decisivamente nuestro Partido a que quedara revelada siquiera
parcialmente que no se cernía sobre el país el peligro de que el
candidato de Miraflores fuera López Contreras y con él la posibilidad de
que retornara legalmente al Poder, quien está actualmente encarnando,
sean cuales fuesen sus intenciones subjetivas, un movimiento político
signado definitivamente con características de retroceso político y
social.
Despejada esta incógnita, quedaba
otra, ésta: ¿cuál era el hombre del régimen siquiera medianamente
tolerable que pudiera ser concebido como una transición entre los
Presidentes impuestos y el Presidente que construya el pueblo con la
arcilla de su propio voto?
Analizando los
candidatos viables, la Dirección del Partido consideró que el que
ofrecía un mínimo de garantías era el Dr. Diógenes Escalante. Vaya
pre¬cisar las razones por las cuales lo hicimos, insistiendo en la
explicación tan clara de nuestro Presidente Rómulo Gallegos. Su
alejamiento del país en cargos diplomáticos lo mantenía desvinculado de
la zarabanda de desaciertos y de peculado que caracterizan al actual
Gobierno de nuestro país; la circunstancia de ser Embajador en
Washington, que es una especie de superministerio, le permitía conocer
los problemas económicos fundamentales de Venezuela, que desembocan
todos en la Casa Blanca. Su ausencia del país lo mantenía alejado de los
altos sínodos camarillescos del pedevismo y su propia personalidad
permitía que en torno de él se realizara una agrupación de fuerzas
políticas y económicas desvinculadas del absorbente oficialismo,
condición que hiciera posible sostenerlo en el Poder si se resolvía
mañana a realizar y cumplir un programa propio de gobierno desvinculado
de la tutoría de Medina y del P.D.V., un programa de gobierno que le
permitiera a nuestro país superar esta situación de pueblo gobernado
primitivamente, tribalmente, que viene sufriendo desde hace tantas
décadas.
Analizada la situación así, la
Dirección del Partido acordó que viajáramos a Washington mi querido
compañero el doctor Raúl Leoni y yo. Fuimos con los propios, con los
pobres recursos de un Partido que no tiene fuentes de ingresos
inconfesables.
Viajamos con el pasaporte con
que viaja cualquier hijo de vecino, y la única autoridad venezolana que
supo que nosotros salíamos para Estados Unidos fue la Oficina encargada
de expedir los pasaportes. Llegamos a Washington y allí conferenciamos
con el doctor Diógenes Escalante. Le dijimos que en caso de que su
candidatura fuera lanzada y él la aceptara nosotros sostendríamos en la
Tercera Convención Nacional de Acción Democrática que se adoptara frente
a esa candidatura una actitud simpática; que nosotros no haríamos pacto
de ninguna clase con el P.D.V.; que no saldríamos del brazo de los
pedevistas a pregonar las excelencias de un régimen que hemos venido
combatiendo desde 1936, que combatiremos hasta el último momento y que
lo combatiremos hasta la hora ... hasta la hora de verlo desaparecer,
barrido definitivamente, del escenario político de Venezuela.
Le
dijimos y precisamos al doctor Escalante que una de las cosas
fundamentales para que el pueblo venezolano no creyera en la pregonada
democracia de este régimen, era la confusión tan totalitaria entre el
Partido de Gobierno y el Estado, la confusión entre el P.D.V. y el
Ejecutivo; el apoyo de Presidentes de Estado y de Jefes Civiles a la
candidatura pedevista, la utilización de los dineros públicos, de los
dineros de todos los venezolanos para financiar la campaña proselitista
del P.D.V. Y cuando el doctor Escalante insinuó la posibilidad de un
gobierno de concentración nacional, le adelantamos que la Dirección del
Partido no se mostraba inclinada a ocupar posiciones ministeriales en un
gobierno no revolucionario si no se hubieran alcanzado previamente dos
condiciones. La primera, que mediante sufragio libre, mediante
constatación abierta ante el electorado, nosotros hubiésemos alcanzado
en el Congreso Nacional, en las Asambleas Legislativas y en los Concejos
Municipales una representación parlamentaria adecuada al volumen de
militancia y de opinión no organizada que sigue nuestras consignas y que
votaría por nuestros hombres. Y la segunda, que Acción Democrática no
iría jamás a un Gobierno como el pariente pobre que entra por la puerta
del servicio a ocupar dos o tres de esos llamados "ministerios
técnicos". Nosotros somos un Partido político que no está constituido
por literatos diletantes ni por mosqueteros románticos. Somos un Partido
Político que se ha organizado para que este pueblo que está aquí
congregado, para que el pueblo venezolano, vaya al Poder y nosotros con
este pueblo a gobernar; pero vamos a gobernar cuando tengamos en
nuestras manos las llaves del Estado; cuando tengamos en nuestras manos
los Ministerios a través de los cuales se decide la vida política,
económica y social del país; porque a nosotros no nos interesa el
Gobierno para que dos o tres miembros del Partido tengan carteras
ministeriales: nos interesa para implan¬tar y realizar un programa de
salvación nacional.
Llegó Escalante a
Venezuela. En el Noticiero Ars, ese noticiero que a la legua revela que
está financiado por quién sabe cuál partida perdida en cuál Ca¬pítulo de
cualquier de los Presupuestos ministeriales; en ese Noticieron Ars no
se vio a los hombres de Acción Democrática en el Aeropuerto de
Maiquetía; los retratos nuestros no salieron en los cocktailes y fiestas
para el doctor Escalante; los hombres de Acción Democrática no
calentaron sillas en el Hotel Ávila; y cuando los hombres del Partido
oficial creyeron que nosotros teníamos arriada nuestra bandera
oposicionista, encontraron de parte nuestra una respuesta tan cortés
como enérgica: "¡No! Acción Democrática sigue siendo partido de
oposición!".
En los Muelles de Guaraguao, en
el Estado Anzoátegui, nos esperaba a nuestro regreso el Presidente de
esa entidad federal, el doctor Pedro Cruz Bajares, y cuando nos propuso
que aprovecháramos el paso por Barcelona para hacer un mitin conjunto de
pedevistas y de acción democratistas de respaldo a Escalante, le
contestamos: ''Acción Democrática, doctor Bajares, es un Partido de
oposición, y sigue siendo un Partido de oposición".
Dice
ahora el directorio Nacional del P.D.V. que nosotros demostramos un
"cálido entusiasmo" por la candidatura del doctor Escalante, y yo puedo
decir aquí ante veinte mil personas, en un discurso que están tomando
los taquígrafos, que será publicado en prensa y en folletos, que si algo
sabían de ese entusiasmo los miembros del Directorio del Partido
Oficial, es porque lo apreciaron por las ondas hertzianas, porque con
ninguno de ellos, ni antes de nuestro viaje a los Estados Unidos ni
después de nuestro regreso de los Estados Unidos, mantuvo la Dirección
del Partido ninguna clase de conversación en torno a la candidatura del
doctor Escalante.
Esto está bien aclarado ya,
según creo. Nosotros, por las condiciones ya dichas, hubiéramos estado
dispuestos a no combatir la candidatura de Escalante, a extenderle un
cheque en blanco de confianza por unos cuantos meses al doctor
Escalante, pero en ningún momento y en ninguna forma se nos hubiera
visto salir a la plaza pública a decir que Venezuela estaba salvada
porque el doctor Escalante iba a ser Presidente de la República.
Fracasó
la candidatura de Escalante y fuimos llamados a Miraflores. Oímos de
labios del señor Presidente de la República que a las diez de la mañana
de ese día había resuelto excluir la candidatura del ex Embajador en
Washington y que momentos antes que con nosotros había tenido una
entrevista con el Directorio pedevista para transmitirle ese punto de
vista. Al día siguiente de esa primera entrevista tuvo una segunda
entrevista nuestro Partido con el Jefe de Estado. Atendiendo a su
requerimiento de oír la opinión del Partido, se le llevó en una forma
clara: nos pronunciamos por la escogencia de un candidato extra partido,
de un hombre en torno del cual pudiera hacerse una agrupación solvente
de fuerzas políticas y económicamente responsables. Le dijimos que el
problema de la sucesión presidencial no era una problema doméstico para
resolverlo privativamente un partido político prevalido de las
circunstancias de que mediante la imposición y el fraude tuviera una
mayoría ilegítima en las Cámaras: que era un problema nacional que debía
ser resuelto con criterio nacional. Creímos que ésta no sería la
primera entrevista entre Rómulo Gallegos e Isaías Medina. Si se había
iniciado una especie de consulta entre los Partidos ya definidos
categóricamente en su posición antilopecista, era de esperarse que se
atendiera, que se escuchara, que se discutiera, que se debatiera el
punto de vista de un Partido que tiene cien mil militantes yen torno del
cual gravita una masa inmensa de opi¬nión. Procedimos con ingenuidad.
Una mañana circuló por los pasillos del Congreso la consigna que parecía
inapelable: "Tenía comisario el pueblo": había sido escogido el doctor
Ángel Biaggini para suceder a Medina. Sin muchos esfuerzos, sin mayor
dificultad, el candidato de Medina se transformó en candidato del
Directorio Pedevista, en candidato de la Asamblea Nacional pedevista y
en candidato de la mayoría Electora del Congreso pedevista. ¿Qué había
sucedido? En concepto nuestro, descartada la candidatura de Escalante,
aceptada casi a regañadientes, se echó mano de uno de los hombres más
anodinos de la administración actual, del elenco burocrático del país,
de un hombre que al frente del Ministerio de Agricultura y Cría, en una
época de crisis profunda del abastecimiento nacional, apenas ha sido
capaz de lanzar un decreto prohibiendo la matanza de vacas; del llamado
"Ministro de la Reforma Agraria", ley que es algo semejante a esas casas
invernales que construyen los termites, recogiendo una chamiza aquí y
una hojita verde más allá; ley que no es otra cosa sino el resumen de
todas las disposiciones sobre tierras existentes en la legislación
venezolana con unos cuantos artículos demagógicos incorporados de la
legislación de México. "¡Ministro de la Reforma Agraria!" ¡Un hombre que
en la Dirección del Banco Agrícola y Pecuario no ha sido capaz de
impulsar si¬quiera la parcelación de las enormes haciendas confiscadas
al general Juan Vicente Gómez en 1936 y que continúan explotadas en la
actualidad por admi¬nistradores imbuidos en el mismo criterio estrecho
de los coroneles de ayer!
Este candidato ha
sido escogido en concepto nuestro, porque su propia incapacidad política
le impide aglutinar en torno suyo a corrientes de opinión
independientes, ni siquiera a las corrientes de su propio raído pedevé, y
por lo tanto indefectiblemente tiene que ser autorizado desde arriba
por los altos sínodos pedevistas y por quien dentro de ese sínodo dice
siempre la primera y la última palabra: el general Medina Angarita.
Electo
el doctor Biaggini nos encontraríamos en una situación muy semejante a
aquella que vivió Venezuela en los días de Ignacio Andrade, quien tenía
como único asidero, como único punto de apoyo y sustentación la espada
caudillesca del general Joaquín Crespo. Y esa dualidad del Gobierno, esa
dualidad del Poder existiría precisamente en una época difícil, porque
el próximo quinquenio no serán cinco años de vacas gordas, porque
aflorarán a la superficie, atropelladamente todos los problemas
económicos y fiscales creados por la guerra, porque será el quinquenio
en que se construirá el oleoducto para conducir petróleo de Saudi Arabia
al Mediterráneo, lo que puede significar la caída vertical de la
producción del petróleo venezolano, y el petróleo venezolano es la
alacena de que vive el gobierno; porque será el quinquenio durante el
cual las disputas políticas que ya despuntan entre las grandes
potencias, se harán cada vez más agudas, y en ese período estará en
Miraflores quien no podrá mandar: estará en la jefatura del Estado quien
no podrá aglutinar en torno suyo a las fuerzas dinámicas de la economía
y de la política venezolana; estará rigiendo los destinos del país un
hombre que desde ahora se ha revelado perfectamente inepto para
aglutinar corrientes de opinión. Eso explica el por qué apenas dos
periódicos: "El Tiempo" en la tarde y su edición matutina "Últimas
Noticias”... están apoyándolo con fervor; porque apenas lo siguen, con
el P.D.V., las dos fracciones en que se ha dividido el partido
comunista, las cuales están adheridas al partido oficial fatalmente,
casi con fatalidad de ley física, como la sombra sigue al cuerpo, y como
el rabo sigue al perro. Además, son "biagginistas" de pega unos pocos
de los llamados políticos "independientes", de esa especie de
hombres-banda que quieren dirigir la partitura y al mismo tiempo tocar
el violín y el trombón; de esos de quien dijo una vez irónicamente el
estadista español don Manuel Azaña, que eran hombres que se consideraban
ellos solos un partido político.
Hay más,
compatriotas: el fracaso como gobernante del doctor Biaggini
significaría algo más que el descrédito político de un hombre y de un
partido: significaría que se iría a pique una idea entrañablemente
querida, apasionadamente sentida, acendrada a través de muchas
generaciones por el pueblo de Venezuela: la idea del gobierno civil.
Es
indudable que ya este país no quiere ver más, respetando y estimando
profundamente al Ejército, a generales en jefe o generales de brigada en
la Presidencia de la República. La Venezuela que estudia lo sabe, y la
otra Venezuela lo intuye, porque "aunque no sabe leer le escriben", que
el arte de gobernar es flexibilidad, espíritu de compromiso, diálogo
esclarecido entre el Magistrado y el pueblo; condiciones éstas de
político militante, que no se concilian con la función del Ejército de
mantenerse al margen de la ardorosa contienda partidista, cumpliendo en
su sagrada misión de defensa armada de los fueros de la Soberanía. Por
eso el pueblo de Venezuela ansía que la tradición civilista que se
inició con José María Vargas, que tuvo sus manifestaciones transitorias
con Pedro Gual y con Rojas Paúl, continúe. Pero si ese hombre civil
fuera el doctor Biaggini, fracasaría no solamente él sino también la
idea del gobierno civil y ganaría entontes prosélitos la tesis, la tesis
de los teóricos y de los doctrinarios del despotismo, según la cual
éste es un país de salvajes que no puede ser regido y gobernado sino con
los métodos más drásticos.
Por todas estas
razones nuestro Partido se pronuncia por rechazar también la candidatura
de Ángel Biaggini y por una fórmula que han esbozado los compañeros que
me han precedido y que yo vaya profundizar y a analizar más a fondo.
Hemos
estudiado el panorama político del país, y en forma muy responsable
quiero decir esta noche que nosotros conceptuamos muy grave la situación
política de Venezuela. El régimen se ha escindido en dos frentes; cada
uno de esos frentes tiene un general a su cabeza; yen Venezuela la
experiencia histórica nos comprueba que nuestros generales no han
dirimido sus contiendas en las plazas públicas con las armas
civilizadoras de la palabra escrita y hablada: que han dirimido sus
contiendas en otros sitios y con otras armas, y que siempre ha sido el
pueblo venezolano el cordero pascual, el "chivo expiatorio" en esa forma
drástica y violenta como han resuelto sus conflictos y sus pugnas los
generales de nuestro país. Y cuando digo pueblo no me refiero
exclusivamente al hombre blusa y alpargatas, sino a todos los sectores
sociales desvinculados de las camarillas de la politiquería, cuyas vidas
y haciendas han sido siempre afectadas por las guerras civiles.
Nosotros vimos perfilarse esa amenaza cuando lanzó el general Medina la
consigna de que con todas sus fuerzas se opondría a la candidatura del
general López Contreras, y cuando éste le replicó diciéndole que acepta
su candidatura con firmeza, que está dispuesto a ir a la defensa de lo
que considera instituciones amenazadas y cuando reitera al día siguiente
que en su casa, y no con fines de joya histórica, tiene guardado el
uniforme de General en Jefe.
Ha sido
precisamente nuestra tesis orientar en el sentido de buscarle una salida
pacífica a la situación existente, a esa situación de pugna que puede
devenir en violenta guerra civil. Y al discutir esta cuestión en la
Cuarta Convención, todos los compañeros nos preguntamos: ¿es que ya no
es la hora sonada de que se plantee el problema político venezolano en
sus verdaderas dimensiones? ¿Es que un pueblo libre, un pueblo de
libertadores, puede continuar admitiendo que cada cinco años sea un
hombre o una camarilla quien le imponga gobernante? ¿Es que no puede
nadie más gobernar a Venezuela que alguno de los escasos hombres que
quedan del grupo político que viene monopolizando la Presidencia de la
República? ¿Es que somos colectivamente una nación de dementes o de
serviles crónicos, obligados a estar siempre conducidos por el cayado de
unos cuantos tutores, cuando vemos a todos los pueblos de la tierra
dándose sus propios gobiernos mediante libre consulta electoral en
elecciones con sufragio directo, universal y secreto? Y entonces
llegamos a la conclusión de que era sonado el momento de que volviéramos
a aquella consigna que se abandonó en 1936, a aquella consigna cuyo
triunfo hubiera impedido la continuidad del hilo constitucional
gomecista; aquella consigna cuyo triunfo hubiera impedido lo que en
definitiva sucedió: que el Estado de facto gomecista, el Congreso
gomecista, el Ejecutivo gomecista, los jueces gomecistas, recibieran una
lechada de juridicidad mentirosa.
Esa
consigna fue lanzada en 1936. Se constituyó el llamado "Bloque de Abril"
y en nombre de ella fuimos a la jornada de junio, y aplastado el
movimiento popular por el lopecismo, nos replegamos: aceptamos la
mentira monstruosa de que podían dictar leyes, de que podían elegir
Presidente de Venezuela, congresantes escogidos en la apacible
tranquilidad del Samán de Maracay por el general Juan Vicente Gómez.
Pero hubo una razón que puede explicar ese repliegue del movimiento
popular: era la hora de la ascensión del fascismo, era la hora de la
espada, como dijo Leopoldo Lugones; pero en 1945 la situación es
absolutamente diferente: estamos viviendo universalmente la hora del
sufragio libre. En todos los pueblos de la tierra vemos cómo se está
consultando al electorado para que el electorado ejercite el principio
de autogobierno, estampado solemnemente en la Carta del Atlántico, y
aplicándose ese principio, la vieja Inglaterra, admirando a Winston
Curcio, admitiendo que Winston Churchill hizo más por ella de lo que
pudo hacer por Venezuela el general López, lo desplazó del Poder y
quince millones de votantes entregaron la rectoría del Gobierno de Su
Majestad Británica al Partido Laborista, carne y pasión del pueblo.
En
Francia, el Gobierno de Charles de Gaulle, el Gobierno de facto de la
resistencia, está siendo ampliado paulatinamente mediante sucesivas
consultas electorales por un gobierno de signo democrático y socialista.
Hasta en la India, en la milenaria India, los parias y los intocables,
los estratos sociales más deprimidos de una sociedad jerarquizada, están
preparándose para ir a los comicios. Y en el Japón, después de haber
afirmado MacArthur que el pueblo tiene derecho para imponerse hasta por
la fuerza la democracia, se aprestan para votar para darse su propio
gobierno democrático, no sólo los hombres sino las mujeres, las
"geishas" de un país donde la mujer ha sido arrinconada por la
brutalidad masculina al reducto de la esclavitud. Y en Corea y en
Polonia y en Grecia, y en los Balcanes y n el Portugal de Salazar y de
Carmona, en todos los países de Asia y de Europa vemos a los pueblos
yendo a las urnas electorales para escoger a sus propios gobernantes.
Y
si nos trasladamos a la América, podemos ver cómo tres países de
evolución histórica similar a la nuestra, tres países que han venido
siendo despotizados, han encontrado en el sufragio directo, universal y
secreto el centro de equilibrio de su perdida gravedad política y
económica. Me refiero a Guatemala, donde ya no gobierna Jorge Ubico,
sino el doctor Juan José Arévalo. Me refiero a Cuba, donde ya no es
Batista el Presidente, sino Ramón Grau San Martín. Me refiero al Perú,
despotizado por la oligarquía civilista, donde ya no está en la
Presidencia aquel fantoche irresponsable de Prado Ugarteche, sino el
doctor Betancourt y Rivera, y donde ya no hay una mayoría espuria, sino
una mayoría aprista, ganada en las lides eleccionarias dentro del
congreso de ese país.
Y ahora, cuando
desaparezcan definitivamente del escenario político del sur los
coroneles arrogantes del Plata, cuando ya no queden ni vestigios ni de
Perón, ni de Farrel ni de Avalas, cuando el G.O.U. sea un mal recuerdo
en la memoria del gran pueblo de Domingo Faustino Sarmiento, no se verá
en la Argentina a las versiones gauchas del general López Contreras y
Medina, tratando de imponer su voluntad: el pueblo será convocado a
elecciones libres para que se dé su propia forma de gobierno.
Voy rápidamente a terminar, espérenme diez minutos nada más, que solamente diez minutos vaya molestar.
Voces...: Toda la noche si quiere...
El
orador. Esto que proponemos nosotros ha sido objetado por todos los
periódicos y por todos los partidos. Ha habido una verdadera unidad
nacional para combatir la tesis de Acción Democrática. "El Tiempo" dice
que por qué vamos a aspirar nosotros al candidato nacional cuando ese
candidato es el doctor Biaggini; otro periódico dice que por qué vamos a
aspirar a candidato nacional cuando ese candidato es el general López
Contreras.
Ayer, en una editorial que tiene
un nombre que evoca un tango: "Hay que saber esperar", el diario
''Ahora'' hace un argumento contra nuestra tesis que es realmente
hilarante. Dice que todos los candidatos han hecho ya sus gastos para la
campaña electoral, y a mí se me ocurre pensar que todos ganaríamos si
buena parte de esos afiches propagandísticos se quedaran fríos porque
algunos de ellos están impresos con tan mal gusto tipográfico, con una
orla en diez puntos simulando el rosario de lágrimas de San Pedro, que
para mí tengo que son medio "pavosos". Pero otros argumentos son menos
infantiles: plantean que esto significa un golpe de Estado pacífico.
Nosotros aceptamos que queremos dar un golpe de Estado pacífico, es
decir que queremos encontrarle una salida evolutiva a la compleja
situación política del país; pero esta aspiración evolutiva se frustrará
si quienes gobiernan continúan en su actitud de insólito desdén a la
opinión. Dicen ellos que no es realizable dentro de la Constitución
nuestra tesis, y vaya demostrar que sí. Escogido ese candidato, apoyado y
sostenido por todas las fuerzas económicas no organizadas
partidísticamente, como son los sindicatos obreros, las federaciones de
cámaras de comercio y producción, los organismos profesionales, este
gobernante así escogido podría llamar al país dentro de un año a
elecciones directas. Para ello se iniciaría en enero en las Asambleas
Legislativas la reforma constitucional. Esa reforma constitucional iría
al Congreso de 1946, el cual le correspondería escrutarla. Este Congreso
también fijaría, limitaría a un año el mandato del Presidente
provisional que eligiera, así coma el Congreso de 1936 rebajó a cinco
años al mandato de López Contreras a pesar de que la Constitución
establecía que era de siete años el lapso de gobierno constitucional. Le
correspondería también a este congreso del 46 fijar la fecha de
expiración del período de los organismos parlamentarios, entre ellos el
Congreso Nacional, a fin de que simultáneamente se eligiera mediante
sufragio directo, universal y secreto un Presidente de República y un
Congreso que no sea usurpador sino depositario y encarnación de la
soberanía nacional. Y esto tampoco sería nada extraño al propio
mecanismo constitucional y a precedentes existentes en el país.
En
1936, cuando acudió el Congreso a aquella fórmula socarrona de mitad y
mitad para no autodisolverse, el mismo congreso fijó en dos años el
mandato de la mitad de los Congresantes, el mandato de la mitad de los
integrantes de ambas Cámaras. La verdad es que esto es perfectamente
realizable dentro del mecanismo constitucional de Venezuela, si no
hubiera dentro de las dos fracciones del régimen lopecista y medinista
el deseo de continuar perpetuándose en el Gobierno contra la voluntad
del pueblo y a espaldas del pueblo.
Podría
argumentarse también que el pueblo de Venezuela no está capacitado para
elegir un Presidente de la República mediante el sistema de sufragio
universal y directo. Esto es lo que en el fondo piensan los mismos que
andan prometiendo por allí en discursos y mensajes al Congreso que van a
establecer el voto directo. Son tan socarrones y tan hipócritas como
esos dueños de pulperías de lance, que colocan en las paredes de sus
ventorrillos el consabido cartelito: "Hoy no fío, mañana sí".
Si
se admitiera la tesis de que el pueblo venezolano no está capacitado
para elegir su propio gobierno, tendríamos que admitir que sólo dos
países de América son tan imbéciles colectivamente, son tan degenerados
en su moralidad pública que no tienen capacidad para elegir Presidente,
que son Haití y Venezuela, porque en el resto se hace la elección por
sufragio universal y directo y secreto, o bien mediante el sistema de
delegados compromisarios, que también son auténtica expresión de la
voluntad colectiva. Y si recorremos la historia institucional de nuestro
país, encontramos que desde la primera Constitución, la que hicieron
los padres de la Patria en 1811, hasta 1874, estaba establecido el
principio de elección directa de Presidente de la República, que
desapareció para ser sustituido por la fórmula de elección por el
Consejo Federal hasta 1893 en que fue restablecido aquel sistema, el
único realmente democrático. Y no fue sino en 1909, un año siguiente al
golpe de estado del 19 de diciembre, 12 meses después de aquel día
nefasto en que Venezuela comenzó a trajinar la etapa más bochornosa de
su historia republicana, cuando se estableció el sistema de elección,
por el Congreso, del Presidente de la República.
Podría
argumentarse también que este planteamiento que hacemos nosotros viene a
favorecer la candidatura del general López Contreras. Andan por ahí
profusamente repartidas (unos dicen que financiadas por el P.D.V., otros
dicen que financiadas por ese filantrópico monopolio autobusero que
gerencia el señor Azpúrua) hojas diciendo que nosotros, con nuestra
tesis de la candidatura nacional, estamos apoyando a López Contreras. ¿Y
no leyó todo el país las declaraciones del Senador Jóvito Villalba
demostrando con números que López Contreras no tenía sino treinta y
cinco votos en el Congreso? ¿No leyó todo el país un documento
jurídico-político en que una aplastante mayoría de Diputados y Senadores
rechazaban la candidatura de López Contreras? Que no nos vengan con esa
historia para pasarnos de contrabando su mercancía averiada, de que
nosotros al sostener la tesis de la candidatura nacional, estamos
apoyando a López Contreras. Que no se olviden que el primer partido
político que franca y beligerantemente se definió contra López Contreras
fue Acción Democrática, y que si el P.D.V., rompió los últimos restos
de su pudor para definirse ante esa candidatura fue ante el reclamo de
una carta pública lanzada por nuestra organización.
Compañeros:
esta noche hemos iniciado una gran jornada política. Llevaremos nuestra
palabra a todos los cuatro costados del país. La tesis de gobierno
provisional con candidato nacional la ligaremos a las grandes consignas
que ha estampado nuestro partido en su programa, que han estado
presentes en cien jornadas memorables. Lucharemos por la tecnificación y
la moralización de la administración pública, contra el peculado,
contra el enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos, contra el
uso de las influencias políticas con fines personales. Lucharemos por la
creación de una economía próspera y saneada. Lucharemos por pan,
tierra, libertad y justicia para el pueblo.
Pero
en esta lucha a pesar de que nuestra fe es de la que mueve montañas,
necesitamos la cooperación de toda la ciudadanía independiente, de esa
que no ha tomado pasajes en los bongos lopecistas y biagginistas, de esa
que se ha quedado en tierra y ve cómo esos frágiles barquichuelos son
juguetes de las procelosas olas del desprestigio público.
A
todo el pueblo venezolano, a todas las clases sociales venezolanas, a
todos los que se sienten desvinculados de este régimen los llamamos a
luchar por la consigna, por la gran consigna que en esta noche histórica
de la nueva Venezuela dejamos sembrada en la conciencia del país:
elecciones generales, presididas por un Gobierno provisional, a fin de
que mediante el sistema de sufragio directo, universal y secreto, el
pueblo venezolano pueda escoger a un Presidente de República y a un
Poder Legislativo que sean los auténtico depositarios de la soberanía de
la Nación.
17 de Octubre de 1945
Tomado de:-http://constitucionweb.blogspot.com/2010/07/discurso-de-betancourt-en-vispera-del.html
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