Muchas veces repetimos sin
razonar falsos lugares comunes que en cierto modo nos condenan a fatalidades
irracionales. Se dice, por ejemplo, que «los pueblos tienen los gobiernos que
se merecen», lo cual equivaldría admitir que la nación que tiene un gobierno
bueno es porque se lo ha ganado en premio de sus virtudes colectivas y, en su
opuesto, la que tiene un gobierno malo es en castigo o penitencia de sus
pecados sociales. Situados en nuestra latitud, no creo que los venezolanos
seamos malos al punto de merecer el gobierno que padecemos. Otro lugar común,
especialmente demagógico, reza que «el pueblo nunca se equivoca», pero con solo
revisar la historia nos encontramos conque los pueblos yerran más a menudo de
lo deseable y que ello no tiene nada de insólito, pues, si como individuos
somos falibles y erráticos también lo somos cuando nos agrupamos en la
totalidad social.
También se repite tontamente que «estamos
como estamos porque aquellos polvos trajeron estos lodos», con lo cual se
quiere significar que la actual situación es la consecuencia necesaria de una
mala situación precedente y que, así las cosas, la dinámica de esta tragedia
debería llevarnos de peor a pésimo hasta el final de los tiempos. Esta
reverenda estupidez equivaldría a afirmar, por ejemplo, en una especie de
interpretación matemática de la historia, que si algún país tiene actualmente
un gobierno bueno es porque todos sus gobiernos precedentes también fueron
buenos y que si algún país padece un gobierno malo es porque todos sus
anteriores también lo fueron. En este caso se ignora absurdamente, que
cualquier país puede tener actualmente un buen régimen independientemente de
que el anterior haya sido bueno o malo, y asimismo que el país que actualmente
tenga un gobierno malo, en el futuro podría tener un gobierno igualmente malo o
peor pero también mejor.
Las teorías e
interpretaciones pseudo científicas de los procesos sociales, sean mecanicistas,
biologistas, historicistas, economicistas, clasistas y deterministas (
racialistas o geográficas), en cuyo nombre se han cometido las peores
atrocidades de la historia humana, tienen la marca indeleble del
fundamentalismo fascista de derecha o de izquierda. Sépase, además, que los
procesos sociales no se rigen por el principio de causalidad propio y típico de
los procesos de la naturaleza, sino por el principio de finalidad que no guarda
relación alguna ni con leyes fatales ni con axiomas sobrenaturales. Si bien
cada proceso biológico responde a la relación ineluctable causa-efecto, cada
proceso social, en cambio, tiene su propia dinámica y su propia autonomía
caracterizadas por las particularidades de las sociedades en que se producen. En
los procesos de la naturaleza, causas iguales producen consecuencias iguales,
pero en los procesos sociales causas idénticas o meramente parecidas a menudo
producen consecuencias distintas. Una cosa es la naturaleza y otra cosa es la
sociedad. Atar la vida social a fatalidades causalistas es negar toda invectiva
y progreso humanos, es ignorar que la historia de los pueblos es diversa y
distinta y que oscila entre progresos y regresiones donde los primeros suelen
superar a los segundos, hecho que lo comprueba la simple observación de que los
actuales seres humanos somos individual y socialmente superiores a nuestros
ancestros de Neanderthal.
Tomado de:
http://acciondemocratica.org.ve/adport/henry-ramos-allup-la-falsedad-de-algunos-lugares-comunes/?utm_medium=twitter&utm_source=twitterfeed#sthash.IndqiplJ.dpuf
Muchas
veces repetimos sin razonar falsos lugares comunes que en cierto modo
nos condenan a fatalidades irracionales. Se dice, por ejemplo, que «los
pueblos tienen los gobiernos que se merecen», lo cual equivaldría
admitir que la nación que tiene un gobierno bueno es porque se lo ha
ganado en premio de sus virtudes colectivas y, en su opuesto, la que
tiene un gobierno malo es en castigo o penitencia de sus pecados
sociales. Situados en nuestra latitud, no creo que los venezolanos
seamos malos al punto de merecer el gobierno que padecemos. Otro lugar
común, especialmente demagógico, reza que «el pueblo nunca se equivoca»,
pero con solo revisar la historia nos encontramos conque los pueblos
yerran más a menudo de lo deseable y que ello no tiene nada de insólito,
pues, si como individuos somos falibles y erráticos también lo somos
cuando nos agrupamos en la totalidad social.
También se repite tontamente que
«estamos como estamos porque aquellos polvos trajeron estos lodos», con
lo cual se quiere significar que la actual situación es la consecuencia
necesaria de una mala situación precedente y que, así las cosas, la
dinámica de esta tragedia debería llevarnos de peor a pésimo hasta el
final de los tiempos. Esta reverenda estupidez equivaldría a afirmar,
por ejemplo, en una especie de interpretación matemática de la historia,
que si algún país tiene actualmente un gobierno bueno es porque todos
sus gobiernos precedentes también fueron buenos y que si algún país
padece un gobierno malo es porque todos sus anteriores también lo
fueron. En este caso se ignora absurdamente, que cualquier país puede
tener actualmente un buen régimen independientemente de que el anterior
haya sido bueno o malo, y asimismo que el país que actualmente tenga un
gobierno malo, en el futuro podría tener un gobierno igualmente malo o
peor pero también mejor.
Las teorías e interpretaciones
pseudo científicas de los procesos sociales, sean mecanicistas,
biologistas, historicistas, economicistas, clasistas y deterministas (
racialistas o geográficas), en cuyo nombre se han cometido las peores
atrocidades de la historia humana, tienen la marca indeleble del
fundamentalismo fascista de derecha o de izquierda. Sépase, además, que
los procesos sociales no se rigen por el principio de causalidad propio y
típico de los procesos de la naturaleza, sino por el principio de
finalidad que no guarda relación alguna ni con leyes fatales ni con
axiomas sobrenaturales. Si bien cada proceso biológico responde a la
relación ineluctable causa-efecto, cada proceso social, en cambio,
tiene su propia dinámica y su propia autonomía caracterizadas por las
particularidades de las sociedades en que se producen. En los procesos
de la naturaleza, causas iguales producen consecuencias iguales, pero en
los procesos sociales causas idénticas o meramente parecidas a menudo
producen consecuencias distintas. Una cosa es la naturaleza y otra cosa
es la sociedad. Atar la vida social a fatalidades causalistas es negar
toda invectiva y progreso humanos, es ignorar que la historia de los
pueblos es diversa y distinta y que oscila entre progresos y regresiones
donde los primeros suelen superar a los segundos, hecho que lo
comprueba la simple observación de que los actuales seres humanos somos
individual y socialmente superiores a nuestros ancestros de Neanderthal.
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http://acciondemocratica.org.ve/adport/henry-ramos-allup-la-falsedad-de-algunos-lugares-comunes/?utm_medium=twitter&utm_source=twitterfeed#sthash.IndqiplJ.dpuf
Muchas
veces repetimos sin razonar falsos lugares comunes que en cierto modo
nos condenan a fatalidades irracionales. Se dice, por ejemplo, que «los
pueblos tienen los gobiernos que se merecen», lo cual equivaldría
admitir que la nación que tiene un gobierno bueno es porque se lo ha
ganado en premio de sus virtudes colectivas y, en su opuesto, la que
tiene un gobierno malo es en castigo o penitencia de sus pecados
sociales. Situados en nuestra latitud, no creo que los venezolanos
seamos malos al punto de merecer el gobierno que padecemos. Otro lugar
común, especialmente demagógico, reza que «el pueblo nunca se equivoca»,
pero con solo revisar la historia nos encontramos conque los pueblos
yerran más a menudo de lo deseable y que ello no tiene nada de insólito,
pues, si como individuos somos falibles y erráticos también lo somos
cuando nos agrupamos en la totalidad social.
También se repite tontamente que
«estamos como estamos porque aquellos polvos trajeron estos lodos», con
lo cual se quiere significar que la actual situación es la consecuencia
necesaria de una mala situación precedente y que, así las cosas, la
dinámica de esta tragedia debería llevarnos de peor a pésimo hasta el
final de los tiempos. Esta reverenda estupidez equivaldría a afirmar,
por ejemplo, en una especie de interpretación matemática de la historia,
que si algún país tiene actualmente un gobierno bueno es porque todos
sus gobiernos precedentes también fueron buenos y que si algún país
padece un gobierno malo es porque todos sus anteriores también lo
fueron. En este caso se ignora absurdamente, que cualquier país puede
tener actualmente un buen régimen independientemente de que el anterior
haya sido bueno o malo, y asimismo que el país que actualmente tenga un
gobierno malo, en el futuro podría tener un gobierno igualmente malo o
peor pero también mejor.
Las teorías e interpretaciones
pseudo científicas de los procesos sociales, sean mecanicistas,
biologistas, historicistas, economicistas, clasistas y deterministas (
racialistas o geográficas), en cuyo nombre se han cometido las peores
atrocidades de la historia humana, tienen la marca indeleble del
fundamentalismo fascista de derecha o de izquierda. Sépase, además, que
los procesos sociales no se rigen por el principio de causalidad propio y
típico de los procesos de la naturaleza, sino por el principio de
finalidad que no guarda relación alguna ni con leyes fatales ni con
axiomas sobrenaturales. Si bien cada proceso biológico responde a la
relación ineluctable causa-efecto, cada proceso social, en cambio,
tiene su propia dinámica y su propia autonomía caracterizadas por las
particularidades de las sociedades en que se producen. En los procesos
de la naturaleza, causas iguales producen consecuencias iguales, pero en
los procesos sociales causas idénticas o meramente parecidas a menudo
producen consecuencias distintas. Una cosa es la naturaleza y otra cosa
es la sociedad. Atar la vida social a fatalidades causalistas es negar
toda invectiva y progreso humanos, es ignorar que la historia de los
pueblos es diversa y distinta y que oscila entre progresos y regresiones
donde los primeros suelen superar a los segundos, hecho que lo
comprueba la simple observación de que los actuales seres humanos somos
individual y socialmente superiores a nuestros ancestros de Neanderthal.
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