Fue
también un martes 21 de octubre, pero de 1952, cuando la violencia dictatorial
interrumpió la quietud de la noche caraqueña. Una acción despiadada de la
tenebrosa Seguridad Nacional acabó con la vida de Leonardo Ruiz Pineda, uno de
los más connotados líderes de la lucha contra la represión.
Mientras
la ciudad descansaba y se preparaba, con más expectativa que realidad, para los
comicios que tendrían lugar poco más de un mes después y en los que se podría
derrotar de manera organizada al régimen, en la calle principal de San Agustín
del Sur se evidenciaba la crueldad.
El cuerpo de Ruiz Pineda yacía inerte en un
charco de sangre, Segundo Espinoza estaba detenido y David Morales Bello y
Leoncio Dorta lograron escabullirse al tiempo que el cinismo del gobierno
celebraba el contundente golpe que acababan de asestar. Fue la primera muerte
de Ruiz Pineda, pues como toda dictadura intentó ridiculizar a la víctima al
endilgarle en la nota de prensa conductas poco éticas e irregulares, tratando
de asesinarlo moralmente.
A
los 62 años de los sucesos que sesgaron su vida, la obra de Ruiz Pineda
perdura. El crecimiento acelerado del abogado, poeta y periodista oriundo del
Táchira que se convirtió en referencia analítica y en ejemplo de lucha política
y dignidad, debe recordarse.
Cuenta
el doctor Ramón José Velásquez en un emotivo prólogo de una obra que recoge los
artículos de opinión del emblemático tachirense, que en algún momento
coincidieron en el castillo de Puerto Cabello Juan Pablo Peñaloza y Andrés Eloy
Blanco. El anciano combatiente, maniatado por los grillos gomecistas y las
enfermedades señalaba a lo lejos la torre del castillo, al tiempo que le decía
a su compañero de infortunio que si todos se unían alcanzarían la cima. Años
después, Ruiz Pineda, en la trágica noche de octubre de 1952 dejaba entender
que si todos se unían, alcanzarían la cúspide de la libertad.
La
dictadura marcó su destino aquella noche tenebrosa. La dignidad y la gallardía
le dieron la espalda con vergüenza. Tal vez, la caída de Ruiz Pineda fue el
insumo que llevó a afrontar con unidad la lucha, tal como lo marcó el hecho de
los pañuelos blancos que en el Nuevo Circo, durante el cierre de campaña de
URD, se enarbolaron al escuchar el nombre de Leonardo o las proclamas de Copei
que pedían el cese de la represión. Aunque la dictadura, y quienes con sus
prácticas han tratado de emularla, pueden pensar que el gran luchador había
muerto, se equivocaron, pues hombres como Leonardo Ruiz Pineda viven en el
corazón de los que trabajan por la democracia y sueñan con un país mejor.
luisdalvarezva@hotmail.com
Tomado de: -http://www.eluniversal.com/opinion/141026/leonardo-no-murio
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