lunes, 12 de enero de 2015

Henry Ramos Allup: “Hablando de transiciones”

Comienzo por aclarar que estas líneas no tienen nada que ver con golpe de Estado ni nada que se parezca al derrocamiento del régimen por vías antidemocráticas, sino a las circunstancias que deben acontecer entre la previsible finalización de este gobierno por vías estrictamente constitucionales, pacíficas, electorales y democráticas y lo que debe afrontar el nuevo régimen surgido de la voluntad popular para poder gobernar. Es decir, no me refiero a la fulana transición que debe producirse en cuestión de horas, según vienen anunciándolo desde hace por lo menos diez meses políticos y profetas especialistas en no acertar, aunque tampoco pueda negarse que la dinámica perniciosa de la gravísima situación económica y política de nuestro país (he puesto deliberadamente primero “económica” y después “política”) pueda desembocar en situaciones intempestivas.
Una simple constatación histórica demuestra que en todos los países donde se han producido situaciones de transición de un régimen a otro, incluso de regímenes no democráticos a democráticos y de estados de guerra a situaciones de paz (pero no a la inversa), se han  desarrollado procesos públicos y no públicos de diálogo y subsiguientes negociaciones, transacciones y acuerdos entre las partes intervinientes para asegurar la viabilidad del régimen o sistema que sustituye al que fenece. Escribo esto a conciencia de la torsión maliciosa que en la política cotidiana se ha dado a términos tales como “diálogo”, “acuerdo”, “negociación” , “transacción”, “concesiones” y palabras parecidas, asignándoles sentidos inconfesables por parte de los extremistas de todo signo a quienes la paz condena a la ruina económica y a la vagancia.
Todas las transiciones han cumplido el curso descrito, con las especificidades propias de tiempo y lugar: después de la II Guerra Mundial entre los países vencedores y los derrotados; la Sudáfrica del régimen del apartheid al de Mandela;  España post Franco a la democracia del Pacto de la Moncloa; Venezuela al derrocamiento de Pérez Jiménez y el Pacto de Punto Fijo para asentar la democracia; Argentina de las dictaduras militares a los gobiernos constitucionales; Chile de Pinochet a la Concertación; de la URSS comunista y centralizada a las federaciones que agrupan a las ex-repúblicas soviéticas regidas por variantes democráticas de tipo occidental, igual que en los países ex-comunistas de Europa Oriental; las  negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC y el ELN; entre EE.UU y Cuba a instancias del Presidente Barack Obama, previa la intermediación del Papa Francisco como culminación de un diálogo largo y silencioso entre los regímenes norteamericano y cubano para la normalización de sus relaciones suspendidas hace más de 50 años.
Es fácil conocer a través de las redes todos estos procesos y las leyes (algunas como las argentinas de “perdón y olvido” y “punto final” durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín),  reglamentaciones, organismos e instituciones implicadas, el nombramiento de comisiones de la verdad, el funcionamiento de la denominada justicia transicional, el castigo legal a los culpables de violaciones a los derechos humanos, las reparaciones a las víctimas, el restablecimiento de derechos vulnerados y de situaciones jurídicas infringidas. La finalidad siempre es la misma: finalizar o precaver guerras, matanzas y conflictos entre países o dentro de un mismo país. Nosotros decidimos.
Henry Ramos Allup

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