domingo, 5 de abril de 2015

Manuel Rojas Pérez: “Rómulo Betancourt y el ADN democrático de los venezolanos”


Llamar a Rómulo Betancourt el “padre de la democracia” puede llegar a ser suntuoso, entre otras razones, porque él mismo detestaba esos calificativos caudillescos, y porque fueron muchos los que parieron la concepción democrática en Venezuela. Pero sin duda, fue Rómulo el principal visionario y constructor.

Betancourt pensó a la democracia desde los lejanos tiempos de sus luchas contra el gomecismo, por allá por el año 1928. Asimismo le dio contenido con el Plan de Barranquilla. Con la creación de Acción Democrática –según sus palabras, su gran orgullo- Betancourt limitó su poder, ya que en el partido, si bien era reconocido como líder, permitió que se le discutiera y hasta que se le ganara. Y es a través del partido político que Rómulo logra transmitir el pensamiento democrático al pueblo. Por último, hizo de la democracia un ejercicio cotidiano, ya que hasta hace catorce años era normal ver a personas alternándose el poder.

Una de las cosas que más sorprende de Betancourt es, justamente, su falta de afición por el poder. Ya en 1945, habiendo llegado al poder manu militari, por razones históricas que no podemos tocar aquí por falta de espacio, tenía todo dado para aferrarse a la silla presidencial como venía ocurriendo desde hace siglo y medio. Pero no. Rómulo impulsó la creación del Estatuto Electoral y la prohibición de que los miembros de la Junta de Gobierno del 45 se contaran en las elecciones de 1947, las primeras de la historia de Venezuela. Luego de haber sido presidente en el periodo 1959-1964, expresamente renunció a postularse nuevamente a la presidencia de la República, alegando que “…hay que darles ocasión de ejercer la primera magistratura, con todo lo que comporta de responsabilidad y de satisfacciones, a otros venezolanos”. Como diría Manuel Caballero, Betancourt adoptó una “actitud inédita, y en cierto sentido revolucionaria en la historia de Venezuela apartando la tentación de perpetuarse en el poder”. Bien lo destacó Francisco Herrera Luque: Betancourt tenía la extraña manía de ser demócrata.

Lo que hizo al ex presidente grande en política fue su venezolanidad. Citando de nuevo a Herrera Luque: “Betancourt siente, piensa y habla en venezolano. Conjura con su lógica, dichos y acentos, las diferencias de clase, casta y procedencia. He allí la razón de su carisma”. Por ello los planes sociales aplicados en los dos gobiernos betancouristas aun son imitados por el actual régimen.

Por último, es Betancourt quien logra meter la democracia en el ADN de los venezolanos. El mecanismo propuesto y creado por Rómulo está en la base de nuestra cultura. De quinientos años de historia, cuatrocientos treinta han sido de gobiernos autoritarios. Solo la época de democracia elitista de López Contreras y Medina y, luego, la democracia total del 1945 a 1948 y de 1958 hasta 1999, han generado al venezolano la necesidad por la democracia. Esta es la explicación para que el gobierno de Hugo Chávez no haya podido implantar con total libertad su sistema autoritario fascista-estalinista, porque a pesar de sus victorias electorales, el venezolano se resiste a gobiernos despóticos.

Es gracias al legado democrático de Rómulo Betancourt que el venezolano, incluso el chavista, no permite al final del día, imposiciones autocráticas. A la hora de la chiquita, el propio pueblo chavista se reconoce democrático, como sucedió en el año 2007 cuando el gobierno perdió la reforma constitucional. El gran muro de contención con que Chávez se ha conseguido, y no pudo nunca derrumbar, lo levantó en 1945 Rómulo Betancourt con su verdadera revolución. Una revolución, esa sí, democrática.



Manuel Rojas Pérez
II



El esquema democrático en el pensamiento betancouriano es muy rico. No en vano, como dijomos arriba, muchos lo recuerdan como el “padre de la democracia”.

Betancourt sustentó sus luchas por la democracia con base en dos consignas fundamentales: la defensa del voto directo, universal y secreto y la formación de un movimiento de masas que aglutine a obreros e industriales medianos y pequeños.

Los cambios que transforman el escenario nacional tras la muerte de Juan Vicente Gómez son el resultado de un conflicto participativo entre las élites de la inteligencia política que insurge en la voz de los partidos políticos y las viejas oligarquías surgidas bajo la sombra de la época andina en el poder.

Luego, es la iniciativa de estos grupos de la inteligencia política, dirigidos definitivamente por Betancourt, que se atreve a formular ideas que luego adquirieron reputación pública capaz de cambiar conductas y actitudes. Es Betancourt el primero que le dice al pueblo que es soberano, que es el verdadero detentador del poder y que se lo entrega temporalmente a alguien para que lo administre. Betancourt les enseña a los venezolanos –campesinos y obreros que no tenían conciencia de su poderío como fuerza social- que el poder no es del presidente, que este es apenas un instrumento del pueblo. Recordemos que hasta 1948, ningún presidente había llegado al poder mediante elecciones libres y directas. Bien lo dijo el 13 de febrero de 1956 ante el Congreso: “Los gobernantes no son sino mandatarios de los pueblos”.

La igualdad participativa, la incorporación de todos los ciudadanos al derecho a elegir a sus gobernantes de manera directa sería en Venezuela, después de Betancourt, no una aspiración política sino una conquista que estimulará la lucha por auspiciar otras iniciativas de reformas sociales.

Rómulo fue un soñador y un romántico que creía en la magia de la democracia. Con devoción creyó que la democracia, como sistema político, era la única estrategia capaz de ordenar civilizadamente a la sociedad venezolana, de impulsar su desarrollo y de rectificar las desviaciones morales con su capacidad permanente de perfeccionarse.

Nunca he leído nada al respecto, pero estoy seguro que Betancourt no estaba de acuerdo con Winston Churchill cuando dijo que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos. Creo que Betancourt hubiese dicho que la democracia es el mejor de esos sistemas, no el menos malo, porque verdaderamente creía en ella. De ahí que Rómulo, en un discurso en San Cristóbal, el 7 de abril de 1961, dijera que “…era una tarea fundamental de patria aprender la democracia como el único medio decente de vivir, de practicarla como una virtud esencial del hombre, de ejercerla para beneficio y común enaltecimiento de todos cuantos nos acogemos a su regazo generoso”. El venezolano sabe, con Betancourt, que el poder reside en el pueblo, que es la concepción ideal de la democracia.

Giovanni Sartori dijo en uno de sus muchos libros, que las revoluciones son sublevaciones desde abajo, pero guiadas por un proyecto y por ideales que transforman no solo el sistema político sino también el económico y social para el bien común. Por ello, la única revolución que de verdad ha tenido Venezuela en los últimos sesenta años, es la que trajo consigo Betancourt. Las tiranías de 1948 a 1958 y la de 1999 a la actualidad, solo han usado los conceptos de Betancourt para fines personalistas y egoístas.

El concepto de democracia de Betancourt sigue siendo único e indestructible.

Fuente: http://acciondemocratica.org.ve/adport/manuel-rojas-perez-romulo-betancourt-y-el-adn-democratico-de-los-venezolanos/#sthash.EB2hGmsS.dpuf


Llamar a Rómulo Betancourt el “padre de la democracia” puede llegar a ser suntuoso, entre otras razones, porque él mismo detestaba esos calificativos caudillescos, y porque fueron muchos los que parieron la concepción democrática en Venezuela. Pero sin duda, fue Rómulo el principal visionario y constructor.
Betancourt pensó a la democracia desde los lejanos tiempos de sus luchas contra el gomecismo, por allá por el año 1928. Asimismo le dio contenido con el Plan de Barranquilla. Con la creación de Acción Democrática –según sus palabras, su gran orgullo- Betancourt limitó su poder, ya que en el partido, si bien era reconocido como líder, permitió que se le discutiera y hasta que se le ganara. Y es a través del partido político que Rómulo logra transmitir el pensamiento democrático al pueblo. Por último, hizo de la democracia un ejercicio cotidiano, ya que hasta hace catorce años era normal ver a personas alternándose el poder.
Una de las cosas que más sorprende de Betancourt es, justamente, su falta de afición por el poder. Ya en 1945, habiendo llegado al poder manu militari, por razones históricas que no podemos tocar aquí por falta de espacio, tenía todo dado para aferrarse a la silla presidencial como venía ocurriendo desde hace siglo y medio. Pero no. Rómulo impulsó la creación del Estatuto Electoral y la prohibición de que los miembros de la Junta de Gobierno del 45 se contaran en las elecciones de 1947, las primeras de la historia de Venezuela. Luego de haber sido presidente en el periodo 1959-1964, expresamente renunció a postularse nuevamente a la presidencia de la República, alegando que “…hay que darles ocasión de ejercer la primera magistratura, con todo lo que comporta de responsabilidad y de satisfacciones, a otros venezolanos”. Como diría Manuel Caballero, Betancourt adoptó una “actitud inédita, y en cierto sentido revolucionaria en la historia de Venezuela apartando la tentación de perpetuarse en el poder”. Bien lo destacó Francisco Herrera Luque: Betancourt tenía la extraña manía de ser demócrata.
Lo que hizo al ex presidente grande en política fue su venezolanidad. Citando de nuevo a Herrera Luque: “Betancourt siente, piensa y habla en venezolano. Conjura con su lógica, dichos y acentos, las diferencias de clase, casta y procedencia. He allí la razón de su carisma”. Por ello los planes sociales aplicados en los dos gobiernos betancouristas aun son imitados por el actual régimen.
Por último, es Betancourt quien logra meter la democracia en el ADN de los venezolanos. El mecanismo propuesto y creado por Rómulo está en la base de nuestra cultura. De quinientos años de historia, cuatrocientos treinta han sido de gobiernos autoritarios. Solo la época de democracia elitista de López Contreras y Medina y, luego, la democracia total del 1945 a 1948 y de 1958 hasta 1999, han generado al venezolano la necesidad por la democracia. Esta es la explicación para que el gobierno de Hugo Chávez no haya podido implantar con total libertad su sistema autoritario fascista-estalinista, porque a pesar de sus victorias electorales, el venezolano se resiste a gobiernos despóticos.
Es gracias al legado democrático de Rómulo Betancourt que el venezolano, incluso el chavista, no permite al final del día, imposiciones autocráticas. A la hora de la chiquita, el propio pueblo chavista se reconoce democrático, como sucedió en el año 2007 cuando el gobierno perdió la reforma constitucional. El gran muro de contención con que Chávez se ha conseguido, y no pudo nunca derrumbar, lo levantó en 1945 Rómulo Betancourt con su verdadera revolución. Una revolución, esa sí, democrática.

II

El esquema democrático en el pensamiento betancouriano es muy rico. No en vano, como dijomos arriba, muchos lo recuerdan como el “padre de la democracia”.
Betancourt sustentó sus luchas por la democracia con base en dos consignas fundamentales: la defensa del voto directo, universal y secreto y la formación de un movimiento de masas que aglutine a obreros e industriales medianos y pequeños.
Los cambios que transforman el escenario nacional tras la muerte de Juan Vicente Gómez son el resultado de un conflicto participativo entre las élites de la inteligencia política que insurge en la voz de los partidos políticos y las viejas oligarquías surgidas bajo la sombra de la época andina en el poder.
Luego, es la iniciativa de estos grupos de la inteligencia política, dirigidos definitivamente por Betancourt, que se atreve a formular ideas que luego adquirieron reputación pública capaz de cambiar conductas y actitudes. Es Betancourt el primero que le dice al pueblo que es soberano, que es el verdadero detentador del poder y que se lo entrega temporalmente a alguien para que lo administre. Betancourt les enseña a los venezolanos –campesinos y obreros que no tenían conciencia de su poderío como fuerza social- que el poder no es del presidente, que este es apenas un instrumento del pueblo. Recordemos que hasta 1948, ningún presidente había llegado al poder mediante elecciones libres y directas. Bien lo dijo el 13 de febrero de 1956 ante el Congreso: “Los gobernantes no son sino mandatarios de los pueblos”.
La igualdad participativa, la incorporación de todos los ciudadanos al derecho a elegir a sus gobernantes de manera directa sería en Venezuela, después de Betancourt, no una aspiración política sino una conquista que estimulará la lucha por auspiciar otras iniciativas de reformas sociales.
Rómulo fue un soñador y un romántico que creía en la magia de la democracia. Con devoción creyó que la democracia, como sistema político, era la única estrategia capaz de ordenar civilizadamente a la sociedad venezolana, de impulsar su desarrollo y de rectificar las desviaciones morales con su capacidad permanente de perfeccionarse.
Nunca he leído nada al respecto, pero estoy seguro que Betancourt no estaba de acuerdo con Winston Churchill cuando dijo que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos. Creo que Betancourt hubiese dicho que la democracia es el mejor de esos sistemas, no el menos malo, porque verdaderamente creía en ella. De ahí que Rómulo, en un discurso en San Cristóbal, el 7 de abril de 1961, dijera que “…era una tarea fundamental de patria aprender la democracia como el único medio decente de vivir, de practicarla como una virtud esencial del hombre, de ejercerla para beneficio y común enaltecimiento de todos cuantos nos acogemos a su regazo generoso”. El venezolano sabe, con Betancourt, que el poder reside en el pueblo, que es la concepción ideal de la democracia.
Giovanni Sartori dijo en uno de sus muchos libros, que las revoluciones son sublevaciones desde abajo, pero guiadas por un proyecto y por ideales que transforman no solo el sistema político sino también el económico y social para el bien común. Por ello, la única revolución que de verdad ha tenido Venezuela en los últimos sesenta años, es la que trajo consigo Betancourt. Las tiranías de 1948 a 1958 y la de 1999 a la actualidad, solo han usado los conceptos de Betancourt para fines personalistas y egoístas.
El concepto de democracia de Betancourt sigue siendo único e indestructible.
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Llamar a Rómulo Betancourt el “padre de la democracia” puede llegar a ser suntuoso, entre otras razones, porque él mismo detestaba esos calificativos caudillescos, y porque fueron muchos los que parieron la concepción democrática en Venezuela. Pero sin duda, fue Rómulo el principal visionario y constructor.
Betancourt pensó a la democracia desde los lejanos tiempos de sus luchas contra el gomecismo, por allá por el año 1928. Asimismo le dio contenido con el Plan de Barranquilla. Con la creación de Acción Democrática –según sus palabras, su gran orgullo- Betancourt limitó su poder, ya que en el partido, si bien era reconocido como líder, permitió que se le discutiera y hasta que se le ganara. Y es a través del partido político que Rómulo logra transmitir el pensamiento democrático al pueblo. Por último, hizo de la democracia un ejercicio cotidiano, ya que hasta hace catorce años era normal ver a personas alternándose el poder.
Una de las cosas que más sorprende de Betancourt es, justamente, su falta de afición por el poder. Ya en 1945, habiendo llegado al poder manu militari, por razones históricas que no podemos tocar aquí por falta de espacio, tenía todo dado para aferrarse a la silla presidencial como venía ocurriendo desde hace siglo y medio. Pero no. Rómulo impulsó la creación del Estatuto Electoral y la prohibición de que los miembros de la Junta de Gobierno del 45 se contaran en las elecciones de 1947, las primeras de la historia de Venezuela. Luego de haber sido presidente en el periodo 1959-1964, expresamente renunció a postularse nuevamente a la presidencia de la República, alegando que “…hay que darles ocasión de ejercer la primera magistratura, con todo lo que comporta de responsabilidad y de satisfacciones, a otros venezolanos”. Como diría Manuel Caballero, Betancourt adoptó una “actitud inédita, y en cierto sentido revolucionaria en la historia de Venezuela apartando la tentación de perpetuarse en el poder”. Bien lo destacó Francisco Herrera Luque: Betancourt tenía la extraña manía de ser demócrata.
Lo que hizo al ex presidente grande en política fue su venezolanidad. Citando de nuevo a Herrera Luque: “Betancourt siente, piensa y habla en venezolano. Conjura con su lógica, dichos y acentos, las diferencias de clase, casta y procedencia. He allí la razón de su carisma”. Por ello los planes sociales aplicados en los dos gobiernos betancouristas aun son imitados por el actual régimen.
Por último, es Betancourt quien logra meter la democracia en el ADN de los venezolanos. El mecanismo propuesto y creado por Rómulo está en la base de nuestra cultura. De quinientos años de historia, cuatrocientos treinta han sido de gobiernos autoritarios. Solo la época de democracia elitista de López Contreras y Medina y, luego, la democracia total del 1945 a 1948 y de 1958 hasta 1999, han generado al venezolano la necesidad por la democracia. Esta es la explicación para que el gobierno de Hugo Chávez no haya podido implantar con total libertad su sistema autoritario fascista-estalinista, porque a pesar de sus victorias electorales, el venezolano se resiste a gobiernos despóticos.
Es gracias al legado democrático de Rómulo Betancourt que el venezolano, incluso el chavista, no permite al final del día, imposiciones autocráticas. A la hora de la chiquita, el propio pueblo chavista se reconoce democrático, como sucedió en el año 2007 cuando el gobierno perdió la reforma constitucional. El gran muro de contención con que Chávez se ha conseguido, y no pudo nunca derrumbar, lo levantó en 1945 Rómulo Betancourt con su verdadera revolución. Una revolución, esa sí, democrática.

II

El esquema democrático en el pensamiento betancouriano es muy rico. No en vano, como dijomos arriba, muchos lo recuerdan como el “padre de la democracia”.
Betancourt sustentó sus luchas por la democracia con base en dos consignas fundamentales: la defensa del voto directo, universal y secreto y la formación de un movimiento de masas que aglutine a obreros e industriales medianos y pequeños.
Los cambios que transforman el escenario nacional tras la muerte de Juan Vicente Gómez son el resultado de un conflicto participativo entre las élites de la inteligencia política que insurge en la voz de los partidos políticos y las viejas oligarquías surgidas bajo la sombra de la época andina en el poder.
Luego, es la iniciativa de estos grupos de la inteligencia política, dirigidos definitivamente por Betancourt, que se atreve a formular ideas que luego adquirieron reputación pública capaz de cambiar conductas y actitudes. Es Betancourt el primero que le dice al pueblo que es soberano, que es el verdadero detentador del poder y que se lo entrega temporalmente a alguien para que lo administre. Betancourt les enseña a los venezolanos –campesinos y obreros que no tenían conciencia de su poderío como fuerza social- que el poder no es del presidente, que este es apenas un instrumento del pueblo. Recordemos que hasta 1948, ningún presidente había llegado al poder mediante elecciones libres y directas. Bien lo dijo el 13 de febrero de 1956 ante el Congreso: “Los gobernantes no son sino mandatarios de los pueblos”.
La igualdad participativa, la incorporación de todos los ciudadanos al derecho a elegir a sus gobernantes de manera directa sería en Venezuela, después de Betancourt, no una aspiración política sino una conquista que estimulará la lucha por auspiciar otras iniciativas de reformas sociales.
Rómulo fue un soñador y un romántico que creía en la magia de la democracia. Con devoción creyó que la democracia, como sistema político, era la única estrategia capaz de ordenar civilizadamente a la sociedad venezolana, de impulsar su desarrollo y de rectificar las desviaciones morales con su capacidad permanente de perfeccionarse.
Nunca he leído nada al respecto, pero estoy seguro que Betancourt no estaba de acuerdo con Winston Churchill cuando dijo que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos. Creo que Betancourt hubiese dicho que la democracia es el mejor de esos sistemas, no el menos malo, porque verdaderamente creía en ella. De ahí que Rómulo, en un discurso en San Cristóbal, el 7 de abril de 1961, dijera que “…era una tarea fundamental de patria aprender la democracia como el único medio decente de vivir, de practicarla como una virtud esencial del hombre, de ejercerla para beneficio y común enaltecimiento de todos cuantos nos acogemos a su regazo generoso”. El venezolano sabe, con Betancourt, que el poder reside en el pueblo, que es la concepción ideal de la democracia.
Giovanni Sartori dijo en uno de sus muchos libros, que las revoluciones son sublevaciones desde abajo, pero guiadas por un proyecto y por ideales que transforman no solo el sistema político sino también el económico y social para el bien común. Por ello, la única revolución que de verdad ha tenido Venezuela en los últimos sesenta años, es la que trajo consigo Betancourt. Las tiranías de 1948 a 1958 y la de 1999 a la actualidad, solo han usado los conceptos de Betancourt para fines personalistas y egoístas.
El concepto de democracia de Betancourt sigue siendo único e indestructible.
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Llamar a Rómulo Betancourt el “padre de la democracia” puede llegar a ser suntuoso, entre otras razones, porque él mismo detestaba esos calificativos caudillescos, y porque fueron muchos los que parieron la concepción democrática en Venezuela. Pero sin duda, fue Rómulo el principal visionario y constructor.
Betancourt pensó a la democracia desde los lejanos tiempos de sus luchas contra el gomecismo, por allá por el año 1928. Asimismo le dio contenido con el Plan de Barranquilla. Con la creación de Acción Democrática –según sus palabras, su gran orgullo- Betancourt limitó su poder, ya que en el partido, si bien era reconocido como líder, permitió que se le discutiera y hasta que se le ganara. Y es a través del partido político que Rómulo logra transmitir el pensamiento democrático al pueblo. Por último, hizo de la democracia un ejercicio cotidiano, ya que hasta hace catorce años era normal ver a personas alternándose el poder.
Una de las cosas que más sorprende de Betancourt es, justamente, su falta de afición por el poder. Ya en 1945, habiendo llegado al poder manu militari, por razones históricas que no podemos tocar aquí por falta de espacio, tenía todo dado para aferrarse a la silla presidencial como venía ocurriendo desde hace siglo y medio. Pero no. Rómulo impulsó la creación del Estatuto Electoral y la prohibición de que los miembros de la Junta de Gobierno del 45 se contaran en las elecciones de 1947, las primeras de la historia de Venezuela. Luego de haber sido presidente en el periodo 1959-1964, expresamente renunció a postularse nuevamente a la presidencia de la República, alegando que “…hay que darles ocasión de ejercer la primera magistratura, con todo lo que comporta de responsabilidad y de satisfacciones, a otros venezolanos”. Como diría Manuel Caballero, Betancourt adoptó una “actitud inédita, y en cierto sentido revolucionaria en la historia de Venezuela apartando la tentación de perpetuarse en el poder”. Bien lo destacó Francisco Herrera Luque: Betancourt tenía la extraña manía de ser demócrata.
Lo que hizo al ex presidente grande en política fue su venezolanidad. Citando de nuevo a Herrera Luque: “Betancourt siente, piensa y habla en venezolano. Conjura con su lógica, dichos y acentos, las diferencias de clase, casta y procedencia. He allí la razón de su carisma”. Por ello los planes sociales aplicados en los dos gobiernos betancouristas aun son imitados por el actual régimen.
Por último, es Betancourt quien logra meter la democracia en el ADN de los venezolanos. El mecanismo propuesto y creado por Rómulo está en la base de nuestra cultura. De quinientos años de historia, cuatrocientos treinta han sido de gobiernos autoritarios. Solo la época de democracia elitista de López Contreras y Medina y, luego, la democracia total del 1945 a 1948 y de 1958 hasta 1999, han generado al venezolano la necesidad por la democracia. Esta es la explicación para que el gobierno de Hugo Chávez no haya podido implantar con total libertad su sistema autoritario fascista-estalinista, porque a pesar de sus victorias electorales, el venezolano se resiste a gobiernos despóticos.
Es gracias al legado democrático de Rómulo Betancourt que el venezolano, incluso el chavista, no permite al final del día, imposiciones autocráticas. A la hora de la chiquita, el propio pueblo chavista se reconoce democrático, como sucedió en el año 2007 cuando el gobierno perdió la reforma constitucional. El gran muro de contención con que Chávez se ha conseguido, y no pudo nunca derrumbar, lo levantó en 1945 Rómulo Betancourt con su verdadera revolución. Una revolución, esa sí, democrática.

II

El esquema democrático en el pensamiento betancouriano es muy rico. No en vano, como dijomos arriba, muchos lo recuerdan como el “padre de la democracia”.
Betancourt sustentó sus luchas por la democracia con base en dos consignas fundamentales: la defensa del voto directo, universal y secreto y la formación de un movimiento de masas que aglutine a obreros e industriales medianos y pequeños.
Los cambios que transforman el escenario nacional tras la muerte de Juan Vicente Gómez son el resultado de un conflicto participativo entre las élites de la inteligencia política que insurge en la voz de los partidos políticos y las viejas oligarquías surgidas bajo la sombra de la época andina en el poder.
Luego, es la iniciativa de estos grupos de la inteligencia política, dirigidos definitivamente por Betancourt, que se atreve a formular ideas que luego adquirieron reputación pública capaz de cambiar conductas y actitudes. Es Betancourt el primero que le dice al pueblo que es soberano, que es el verdadero detentador del poder y que se lo entrega temporalmente a alguien para que lo administre. Betancourt les enseña a los venezolanos –campesinos y obreros que no tenían conciencia de su poderío como fuerza social- que el poder no es del presidente, que este es apenas un instrumento del pueblo. Recordemos que hasta 1948, ningún presidente había llegado al poder mediante elecciones libres y directas. Bien lo dijo el 13 de febrero de 1956 ante el Congreso: “Los gobernantes no son sino mandatarios de los pueblos”.
La igualdad participativa, la incorporación de todos los ciudadanos al derecho a elegir a sus gobernantes de manera directa sería en Venezuela, después de Betancourt, no una aspiración política sino una conquista que estimulará la lucha por auspiciar otras iniciativas de reformas sociales.
Rómulo fue un soñador y un romántico que creía en la magia de la democracia. Con devoción creyó que la democracia, como sistema político, era la única estrategia capaz de ordenar civilizadamente a la sociedad venezolana, de impulsar su desarrollo y de rectificar las desviaciones morales con su capacidad permanente de perfeccionarse.
Nunca he leído nada al respecto, pero estoy seguro que Betancourt no estaba de acuerdo con Winston Churchill cuando dijo que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos. Creo que Betancourt hubiese dicho que la democracia es el mejor de esos sistemas, no el menos malo, porque verdaderamente creía en ella. De ahí que Rómulo, en un discurso en San Cristóbal, el 7 de abril de 1961, dijera que “…era una tarea fundamental de patria aprender la democracia como el único medio decente de vivir, de practicarla como una virtud esencial del hombre, de ejercerla para beneficio y común enaltecimiento de todos cuantos nos acogemos a su regazo generoso”. El venezolano sabe, con Betancourt, que el poder reside en el pueblo, que es la concepción ideal de la democracia.
Giovanni Sartori dijo en uno de sus muchos libros, que las revoluciones son sublevaciones desde abajo, pero guiadas por un proyecto y por ideales que transforman no solo el sistema político sino también el económico y social para el bien común. Por ello, la única revolución que de verdad ha tenido Venezuela en los últimos sesenta años, es la que trajo consigo Betancourt. Las tiranías de 1948 a 1958 y la de 1999 a la actualidad, solo han usado los conceptos de Betancourt para fines personalistas y egoístas.
El concepto de democracia de Betancourt sigue siendo único e indestructible.
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